Un nicaraguense de apellido Espinoza asesinó a su compañera sentimental y luego huyó con su hija, de tres meses de edad, hacia su país natal.
El homicidio ocurrió a las 3:15 p. m. del 31 de diciembre en una casa de madera de dos plantas situada frente al río San Juan en Chorreras de Cutris, en San Carlos de Alajuela.
La víctima fue la nicaraguense Clarisa Yulily Urbina, de 21 años de edad, quien fue asesinada con una escopeta del calibre 22.
El sospechoso tiene 27 años de edad y no pudo ser detenido por la Policía de Costa Rica.
Gerald Campos, jefe regional del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), informó de que el agresor disparó a Urbina en la parte posterior de la cabeza, lo cual le causó la muerte instantáneamente.
Según la declaración de testigos, tras el hecho, Espinoza salió de la vivienda con su hija en el brazo izquierdo y una escopeta en la mano derecha.
“Sin decir ni una palabra se dirigió a la margen tica del río San Juan, donde abordó un bote de madera para escapar con destino a Nicaragua”, manifestó Gerald Campos con base en lo que narraron los vecinos.
Sin detención. Tres horas después del crimen, y alertados por oficiales costarricenses, las autoridades de Nicaragua informaron a la Policía Judicial costarricense de que Espinoza estaba en un sector conocido como El Castillo.
Sin embargo, hasta ayer, el sospechoso no había podido ser detenido en ese país porque se requiere de un trámite judicial.
“Sabemos que está en una finca, pero la Policía de Nicaragua no lo ha detenido porque él no puede ser juzgado allá por un crimen que cometió aquí.
”La Fiscalía debe realizar las gestiones. La Policía nicaraguense solo intenta que él no se escape”, explicó Maricel Rodríguez, jefa de prensa del OIJ.
La Nación intentó conocer la postura del Ministerio Público en este caso, pero, al cierre de la edición, no se logró contactar con ningún representante.
Según informó la Policía de Nicaragua al OIJ, la menor fue entregada sin daños físicos a una tía del sospechoso que reside en ese vecino país.
Inesperado. Pablo González, vecino de la pareja, dijo que, minutos antes del hecho, la fallecida conversaba con una amiga en la primera planta de la casa.
“Ella se estaba tomando una gaseosa y comiendo una fritura. Luego, él la llamó, y ella subió al segundo piso de la vivienda. De un momento a otro y sin existir una discusión de por medio, escuché un balazo y solo vi a una persona caer al piso.
”Me sorprendió y quedé como paralizado porque en el tiempo que tenía de conocerlos nunca oí que discutieran y tampoco sabía que tuvieran desavenencias”, expresó González.
Por su lado, Johana González, amiga de la víctima que presenció los hechos, dijo que estaba impresionada por la actitud fría de Espinoza.
“Aterrorizada, lo miré bajar a la primera planta como si no hubiera hecho nada. Se mostró indiferente como si hubiera matado a un animal”, narró González.
Espinoza y Urbina tenían 10 meses de haber llegado a vivir a Chorreras junto con sus dos hijos: un niño de 7 años, que al momento de la trágica agresión estaba en casa de su abuela paterna en Nicaragua, y la bebé.