El artículo “Pacientes enchufados” de La Nación del 24 de febrero, repasó algunos padecimientos físicos y psíquicos asociados a los “aparatos” de la era de la información. El periodista Juan José Rodríguez preguntaba al principio: “¿será que en el futuro podríamos decir: “¡ay, me duele' ¿el celular!” para expresar algún tipo de dolor? Quizá no literalmente, pero la pregunta tiene mucho sentido. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son un componente real en la vida de millones de personas, que suponen energía y tiempo, y que son fuente de aprendizaje (positivo o negativo), reflejándose todo esto en la conducta posterior. La tecnología es esencialmente ambigua. No es ni buena ni mala, sus resultados dependen del uso que le demos. ¿Quién no ha experimentado cierto sentimiento de desamparo cuando no cuenta con su celular? ¿Cuántos nos sentimos ansiosos si por varios días no tenemos acceso a Internet? Si esto nos pasa a los adultos que no crecimos con las “nuevas pantallas”, ¿en qué nivel podrá verse afectada la llamada “generación interactiva” (GI)? Me centraré en la educación para el uso de la red informática. Citando a Fernando García (2007): “¿Qué es Internet sino un espacio vacío, libre y no sometido a los convencionalismos de los 'aburridos' adultos?” En Internet cabe todo, y estando allí se potencia el rechazo a cualquier tipo de censura. Estas características conectan con la curiosidad y actividad de los niños y con la rebeldía y lo aventurero de los adolescentes.
Así, en la mayoría de los casos es dicha población la más atraída, y esto plantea unos retos educativos y éticos en el ámbito escolar y familiar. Tres de los peligros que más comúnmente preocupan son los contenidos nocivos, la adicción y las relaciones virtuales mediante el chat o el messenger (por el contacto con personas malintencionadas). Por otro lado, el uso cotidiano de las tecnologías de parte de la GI esculpe características como la velocidad en el procesamiento de información, mayor procesamiento de esta en paralelo, acostumbramiento a que el texto ilustra a la imagen, ruptura de la linealidad por el acceso a la información, conectividad, acción constante, búsqueda de la recompensa inmediata.
Todo esto, si bien tiene ventajas como la facilitación de contextos de aprendizaje autorregulado en el aula, puede llevar a actitudes utilitaristas (hacer las cosas solo si sirven para algo y ese algo tiene una manifestación inmediata), si los padres –como primeros educadores– no saben adaptar, con paciencia y optimismo, las viejas formas de educación al uso de las tecnologías que hacen sus hijos. Con las tecnologías pasa lo mismo que con los centros educativos: no son la panacea, por más buenos que sean, si los padres no logran implicarse activamente en el estudio de sus hijos. Internet tampoco hace milagros por sí misma, sin una adecuada mediación educativa.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.