Me he comido un huevo duro en la playa, he andado con lentes oscuros dentro de un centro comercial y he pensado que los europeos son seres humanos superiores a nosotros, sólo por el hecho de habernos conquistado en el pasado. Dirá usted que soy “ polo ” y podría estar en lo cierto.
No obstante, la antropología social costarricense explica que todas estas conductas no son propias de una persona ignorante o analfabeta, sino, precisamente, de aquella cuyas raíces son lo suficientemente sencillas como para comportarse de manera folklórica o pintoresca.
La sencillez de los costarricenses nos evidencia, cotidianamente, entre nosotros y no nos percatamos de ello en la mayoría de las ocasiones. Acostumbramos tildar de “ polos ” a los demás, pero nunca nos miramos primero. Para eso somos implacables.
Muchos nos burlamos –por ser el choteo rasgo característico del tico- ante el mínimo comportamiento que se enmarque como “ polada ”, desde aplaudir en el avión una vez haya aterrizado hasta pronunciar palabras en forma incorrecta, verbigracia, “ dijieron ” “ siéntensen ” o “ cállensen ”.
Pero, la verdad, igual de pintorescos somos en creer que quien maneja un BMW es millonario o quien habla una lengua extranjera es notable y letrado. Somos muy ingenuos y sencillos, rasgos que nos corren por las venas desde nuestros antepasados.
Recordemos que a partir de 1561, en forma sistemática, con Juan de Cavallón, comenzamos a experimentar un cambio paulatino en nuestra apariencia, pues la mezcla con españoles y mestizos nos hizo “el favor” de vernos un poquito más blancos, o sea, mestizos.La verdad, no estoy seguro si nuestras “ poladas ticas ” me enorgullecen o me sonrojan, pero lo cierto es que –como todo en la vida- hay situaciones donde comerse un pan dulce con margarina y mojarlo en el café negro puede hacerme sentir ese orgullo costarricense, pero también donde conductas más que folklóricas me evidencien como una persona inculta.
Allí está el meollo del asunto. Hay conductas que -hasta cierto punto- son tolerables porque no importan falta de educación o valores morales, pero también es cierto que lo repudiable, en muchos de nosotros, es que bajo el pretexto de “ ser ticos ” nos legitimemos para comportarnos en franca contraposición con reglas básicas de urbanidad y educación.
Ejemplo claro es la mala costumbre de evadir el respeto al orden establecido, irrespetar las filas de personas para una determinada actividad o servicio, no reconocer el éxito ajeno (criticamos cualquier cosa, pero no brindamos soluciones) y, algo muy recurrente, el sentirse iguali-tico a los demás con tal de no sentirnos inferiores a nadie. En fin, podría concluir que nosotros, los ticos, somos un menjurje difícil de descifrar.