Diferentes formas de violencia física, sexual, emocional y económica afectan a miles de mujeres alrededor del mundo, desde su nacimiento y hasta su muerte.
Redes criminales. Actualmente existen redes criminales dedicadas, de manera prioritaria, a la trata de personas, organizaciones que, de forma silenciosa e ilegal, reclutan mujeres, adolescentes y niñas para reducirlas a objetos de explotación.
La violencia contra las mujeres no es propia de una cultura, región o país en particular. Mujeres de todas las edades, desde niñas hasta adultas mayores, han sido sistemáticamente sometidas a violentos abusos que reducen sus posibilidades de desarrollo personal.
En Costa Rica, una gran cantidad de mujeres que son cabeza de hogar obtiene sus ingresos mediante trabajos informales, sin derechos laborales, lo cual posee implicaciones en su salud integral, al verse impedidas para acudir a la seguridad social y, eventualmente, obtener una pensión cuando alcanzan la edad adulta.
Datos del Poder Judicial indican que, entre el 2008 y el 2012, se registraron 60 feminicidios, es decir, muertes de mujeres por parte de sus esposos o convivientes. Anualmente se tramitan más de 50.000 solicitudes de medidas de protección por situaciones de violencia doméstica o de pareja, en las que la mayoría de las personas solicitantes son mujeres.
Históricamente, las mujeres son las que sufren las mayores desventajas en el acceso a los derechos de la salud, la educación, la justicia y el trabajo.
Tarea pendiente. Poner fin a la violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus formas, es una tarea pendiente no solo para la humanidad. Es prioritario mirar en nuestros hogares y en nuestros espacios de trabajo, y visualizar la dignidad personal que existe en cada mujer, así como también reconocer que no hay ningún derecho a disponer de esa dignidad.