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Samuel Rovinski

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Vengo de enterrarlo. Hasta el alma me pesa. Era uno de esos escasos amigos que, a lo largo de los años, adquieren una especie de derecho fraterno, de autoridad moral, de espacio, tiempo y atribuciones imprescindibles. Samuel Rovinski estuvo siempre ahí en los acontecimientos importantes de mi existencia en los últimos cincuenta años. Ahí. Siempre ahí junto a esa gran mujer, Sarita: su compañera de la vida, madre de sus tres hijos, amiga entrañable de Daisy, la mía: “La Propia”, como diría Magón.








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