En las últimas semanas, el parque del Cementerio, en Alajuela centro, ha sido prácticamente tomado por una Iglesia evangélica que, en un espacio público, se permite instalar varias carpas, sillas mesas, parlantes e, incluso un podio. Como si esto no fuera suficiente para afectar el libre tránsito de los ciudadanos, la iglesia referida demarca con cinta amarilla un espacio dentro del parque, que así queda constituido en una especie de enclave controlado por los miembros de la Iglesia.
Para asegurarse de que su mensaje pueda ser escuchado hasta por los difuntos, la Iglesia referida lleva a cabo las actividades músico-pastorales que desarrolla en el parque de la manera más escandalosa posible. Aliado clave en esta salvífica misión es un cable eléctrico, que alimenta los equipos de sonido, después de atravesar una calle pública.
Como Satanás labora 24 horas al día y siete días a la semana con el fin de descarriar las almas de los pobres mortales, la Iglesia mencionada ha decidido enfrentarlo en serio, razón por la cual inicia sus actividades desde antes de las seis de la mañana y las prolonga hasta por ocho horas.
De esta manera, un parque que debería ser un espacio para el disfrute de los ciudadanos es prácticamente invadido por la Iglesia aquí referida que, por supuesto – y no podía ser de otra manera –, cuenta con el debido permiso de la Municipalidad de Alajuela, más interesada en la salvación evangélica de las almas de los alajuelenses, que en sus derechos a la tranquilidad, al descanso, a la seguridad y al libre tránsito.
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