El primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump deja algunas conclusiones. Quedaron claras las estrategias del debate. Donald Trump empleó el ataque permanente para demoler a su adversaria, acudiendo al ruido, a la gesticulación estridente y a la interrupción frecuente. De acuerdo con PBS, Trump interrumpió 51 veces.
La primatóloga Jane Goodall ha comparado este estilo con los rituales del chimpancé macho alfa que establece su dominio por medio del ruido, lanzamiento de piedras y chillidos.
Hillary Clinton recurrió al contraste visual, serena y sonriente frente a los ataques de un agresivo Trump. Hasta lo dejó hablar más de la cuenta, con la esperanza de que cometiera algunas de sus fallas crónicas, “por la boca muere el pez”, se habrá dicho ella.
La primera media hora del debate fue equilibrada, pero en la medida que transcurrió, Trump se fue debilitando ante ataques puntuales y sobre temas como su no pago de impuestos, el sexismo, la explotación laboral, los conflictos de intereses en sus negocios, el aprovechamiento de la crisis de la vivienda y el origen de su riqueza.
Los disciplinados ataques de Clinton colocaron al magnate a la defensiva y empezó a aparecer como errático en las respuestas, impaciente y a la defensiva, se quedó sin gasolina. Clinton condimentó su ataque con expresión de ideales sociales progresistas y defensa de los intereses de las clases medias
Estilos. El “estilo trumpista” ha sido buscar la eliminación y descalificación absolutas de sus rivales: durante las primarias llamó a Rubio el pequeño Marco, calificó a Cruz de mentiroso y a Bush de carente de energía. Esta estrategia de guerra absoluta funcionó con un gran número de participantes en los debates; entre dos candidatos fue ineficaz.
El contendiente gozaba de tiempo para responder a los ataques y para formular los propios, la descalificación se enfrentó a una debatiente activa.
La “estrategia clintoniana” fue acumular puntos lanzando jabs, golpes precisos y continuos sobre su adversario, desgastándolo significativamente durante noventa minutos. En materia de debates, el nocaut es muy raro, la mayoría de las confrontaciones se ganan por puntos, la guerra de aniquilación no existe.
Uno de los momentos estelares ocurrió cuando se cuestionó a Trump por haber dicho que Hillary no tenía apariencia presidencial y evadió la pregunta señalando que hablaba de ausencia de energía. Hillary ganó muchos puntos recordando sus actuaciones de política exterior visitando muchos países, logrando acuerdos de cese del fuego y resistiendo once horas de preguntas en un comité legislativo.
Hillary no fue muy exitosa en contrarrestar las argumentaciones que la hacían responsable de todos los males por su permanencia de tres décadas en la clase política; sin embargo, Trump no supo explotar enteramente esta ventaja estratégica derivada de su condición de outsider.
Contraste. En temas de fondo, la señora Clinton demostró que las propuestas económicas de Trump producirían recesión, guerras comerciales y una deuda mayor que la actual.
En asuntos de justicia penal, la propuesta de la demócrata fue detallada y en algún punto el republicano no tuvo más que expresar acuerdo luego de recurrir al simplismo de atribuir la criminalidad a los inmigrantes y articular su eslogan de ley y orden.
Igualmente, fue insuficiente su planteamiento al reducir el problema del Estado Islámico a una conquista de los pozos petroleros y a exigir dinero de los aliados para pagar por la protección norteamericana (OTAN).
Los comentarios previos de Trump mostrando admiración por Putin le sirvieron a Clinton para demostrar que no entiende las amenazas globales que experimentan los EE. UU.
Tanto en forma como en fondo, Trump reveló que no estaba preparado, su entusiasmo por las plazas públicas, donde los candidatos obtienen gratificación inmediata, le impidió darse cuenta de que el debate televisado require de una preparación cuidadosa. La frase simplista enciende los ánimos de los seguidores, pero no logra extenderse al de los indecisos si es cuestionada por el rival.
El magnate no accedió a debates simulados y no le hizo caso a los especialistas, lo que le llevó a morder la carnada que le ofreció Clinton y a perder la iniciativa, replicando a los ataques.
Valor de la apariencia. La videopolítica es un espacio en el que prima lo visual, la apariencia sobre el contenido. Lo que se dice y argumenta pareciera ser secundario y algunos sostienen que para juzgar quién gana basta con quitar el sonido del televisor y mirar las imágenes.
Esta tesis viene desde el primer debate televisado en los EE. UU. Se sostiene que John F. Kennedy ganó esta comparecencia porque Nixon rehusó el maquillaje y no se rasuró, y apareció con el rostro oscuro y sudoroso, lo que generó desconfianza entre la audiencia.
Una encuesta de CNN señaló que un porcentaje muy bajo de la gente cambia su intención de voto como consecuencia del debate; la percepción es selectiva, vemos lo que queremos ver y ante el acontecimiento interpretamos con nuestro bagaje sociocultural y biográfico.
Muchos comentaristas han argumentado que en esta elección el asunto podría ser un poco diferente, dada la mayor cantidad de indecisos o de la mala opinión sobre ambos candidatos.
Lo cierto es que los debates no determinan de manera mecánica el resultado, aunque lo condicionan junto con otros factores como la transmisión de las convenciones, donde coreografías cuidadosamente escogidas influencian la conciencia ciudadana.
La interpretación, spin off, por parte de comentaristas juega un papel importante. Las grandes cadenas ( Fox News, CNN ) brindan grandes espacios para la participación de pundits (expertos) que tratan de definir la realidad política de acuerdo con sus particulares visiones.
Necesaria preparación. La otra enseñanza que deja este debate es que no se puede acudir sin preparación y con la ingenua creencia de que la espontaneidad política es la receta.
Es necesario prepararse y simular la confrontación, anticipar preguntas y temas, así como elaborar respuestas y llevar los one liners (frases cortas) que resuelvan situaciones complicadas.
El exceso de preparación también juega, pues el candidato puede aparecer como un robot; hay que dejar que aparezca con la autenticidad de su persona, aunque preparado.
Los candidatos no se crean de la nada ( ex nihilo ) ni se pueden crear imágenes nuevas de ellos, se trata de moldear la expresión de su personalidad y de su historia.
En esta ocasión, Clinton logró una mezcla de preparación con la expresión de una personalidad acostumbrada a recibir cuestionamientos sin derrumbarse. La práctica también cuenta.
La preparación de años para el performance es una condición necesaria para el desempeño en un entorno con altos niveles de teatralidad.
Faltan dos debates más, uno de ellos con la participación de un panel seleccionado de ciudadanos que harán las preguntas.
El partido no ha terminado.
El autor es politólogo.