A veces me da por leer revistas y libros “viejos”. No es simple nostalgia por tiempos idos. Creo firmemente aquello de que los pueblos que ignoran la Historia repiten errores.
En esta ocasión me tropecé con un artículo de hace 65 años, en el que se explicaba la pobre situación en que se encontraban los ferrocarriles de cierta potencia europea en 1943.
Resumiendo, decía que algunos años antes los trenes habían sido el eje de la economía del país en cuestión, pero que, por ocurrencias de sus líderes, el Estado había dejado de invertir en la infraestructura ferroviaria y se decidió a construir carreteras durante la década anterior (o sea durante los años 30).
Escasez. Lo más grave es que el propio Estado debió prever que los trenes serían muy importantes a corto plazo, ya que sabía que pronto habría una gran guerra. ¿Por qué importantes? Porque, cuando hay guerra, el combustible escasea y los trenes son el medio más eficiente para aprovecharlo.
En ese año, 1943, escaseaba el combustible debido a la Segunda Guerra Mundial; así que el pueblo tenía buenas carreteras y muchos tenían carro… pero no había combustible para usos que no fueran militares, y los pocos trenes que circulaban estaban reservados también para fines militares.
Así que el país estaba simplemente estrangulado ahí donde no se pueden improvisar soluciones: su red de transporte.
¿De qué país estoy hablando? ¡De la Alemania de Hitler! A la postre la fragilidad del sistema de transporte fue decisiva para que perdiera la guerra.
Hitler había concebido el proyecto de que todos los ciudadanos tuvieran automóvil y logró avanzar bastante en ese proyecto. En Costa Rica ocurre que todos queremos carrito, sin necesidad de que un dictador populista nos lo recete.
Para un proyecto como el del coche popular necesitaba buenas carreteras, sino …bueno, hoy diríamos que “perdería votos”. ¡Y se lanzó a construirlas!
Sin embargo, él sabía que habría guerra… y aun así descuidó miserablemente los trenes. Prefirió el proyecto populista. En Costa Rica tuvimos trenes y los descuidamos también… aún más miserablemente.
Solución irresponsable. Y el tema del combustible… ¡Costa Rica tiene electricidad! ¡Alemania tenía carbón! Sin embargo, al final da igual porque allá y acá nos volcamos por la solución irresponsable: hacer carreteras para que el consumo que viene con ellas sostenga la imagen de que el país está bien. Los nazis eran realmente expertos en “imagen”, nosotros debemos aceptar que tener carreteras y no tener trenes es una falsa imagen de desarrollo.
Y entonces el combustible de los autos se hizo escaso y caro… ¡igual que está ocurriendo hoy día! Ahora tenemos una red vial, que no se parece a la alemana, y los carros se caen a pedazos por el mal estado de las calles. El colmo es que prohibimos parcialmente que circulen, para ahorrar combustible… ¡como si nosotros también estuviésemos en guerra!
A Hitler su locura y megalomanía lo llevaron a arruinar a su país. ¿Qué misterioso proceso mental nos afectó a nosotros que nos hizo tomar una estrategia de transporte parecida a la suya?
Por cierto, el artículo que leí se titula “Las ferrovías, talón de Aquiles del Reich” (Selecciones del Reader´s Digest , febrero de 1943).
Creo que el sistema de transporte es nuestro propio talón de Aquiles, y que a los ticos nos enseñaron a repetir como loritas que es imposible arreglarlo, pero estamos equivocados.
Debemos desarrollar un verdadero sistema ferroviario. Propongo aprobar en referéndum la obligación del Estado de construirlo. Obligación de todo el Estado, incluidos el Congreso, la Contraloría, la Aresep, los Tribunales, cada cual agilizando en su radio de acción. Será obligación porque el pueblo les mandará que lo hagan, por encima de quién gane tal o cual elección. Pueden coexistir la iniciativa pública y privada.
Los recursos iniciales deben salir del endeudamiento con Petrocaribe (¡ese que tardaremos 25 años en pagar!). También del impuesto que financia las carreteras, y puede haber concesión de obra.