No fue Christiana Figueres. Lo sabíamos desde mucho antes. Tampoco los dioses del olimpo multilateral se inclinaron por una mujer o europeo oriental. El próximo secretario general de la ONU viene de Europa Occidental: Antonio Guterres, ex primer ministro de Portugal y por diez años alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados. Así lo dispuso su Consejo de Seguridad, en una fluida muestra de consenso que podría ser un buen augurio.
Para quienes creíamos que había llegado el momento de que el principal cargo ejecutivo de la ONU lo ocupara una mujer, implica un revés; también, para los que insistían, con razón, en alguien de Europa Oriental, hasta ahora ausente del cargo. Pero la escogencia de Guterres, quien deberá ser ratificado por la Asamblea General, va más allá de estos umbrales, por una poderosa razón: su rigor y competencia.
Desde que por primera vez en la historia de la organización se abrió una competencia pública para ocupar la Secretaría a partir de enero, Guterres se destacó, no por género o procedencia, sino por desempeño. En su comparecencia ante la Asamblea discurrió por los grandes temas que conmueven al mundo con gran conocimiento y lucidez. Causó una excelente impresión. Y desde que el Consejo de Seguridad, cuyos cinco miembros permanentes son los verdaderos dueños de la llave hacia el cargo, comenzó un proceso de votaciones “indicativas”, se mantuvo a la cabeza. Aquí no solo jugaron su personalidad y solidez político-intelectual, sino la convicción de Estados Unidos, Rusia y China, además de Francia y el Reino Unido, de que podrían trabajar con él.
Quiero creer que su experiencia en la atención global de refugiados, donde demostró sensibilidad, eficacia y encomiable independencia, también jugó a su favor. Todavía más, espero que abra la puerta hacia una atención más robusta y sostenida a los temas humanitarios en la ONU.
De ningún secretario general se pueden esperar milagros. Su capacidad de acción llega hasta donde lo permitan los integrantes de las Naciones Unidas, en particular los más poderosos. Pero también cuentan su capacidad de liderazgo y valentía personal, que Guterres sin duda tiene.
Habríamos bailado de alegría si la elegida se llamara Christiana Figueres. Con Antonio Guterres podemos aplaudir esperanzados.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).