Nuestra democracia viene soportando amenazas verbales desde la fatídica reunión síndico-política en el Melico Salazar en el 2004. No vamos a repetir las brutales declaraciones de expresidentes, dirigentes gremiales y políticos, académicos y profesionales. Están profusamente documentadas. Pero hay algo más grave que estos atentados verbales: la indiferencia, sea por la pérdida de credibilidad de sus autores, sea por la tendencia tica a creer que aquí nada pasará…, pero pasa.
El problema es que, como nos lo enseña la historia, ningún país está inmune al descalabro democrático y a sus nefastas consecuencias. La democracia es una planta delicada que, diariamente, se ha de irrigar. Sus enemigos son la corrupción, el menoscabo del Estado de derecho, el debilitamiento del Poder Judicial, la ingobernabilidad, la ineficacia estatal, el menosprecio de la democracia representativa y el deterioro de la libertad de expresión. Una prensa independiente y vigorosa es una garantía frente a los excesos del poder y a la prepotencia de los grupos de presión.
Anoche volvió a caer la noche sobre la libertad en Venezuela. El gobierno de Chávez, que concentra ya los poderes del Estado, liquidó Radio Caracas Televisión (RCTV), el primero y más importante canal de TV de Venezuela, para poner en marcha el plan “Hegemonía comunicacional”. ¿Por qué? Por miedo. El rasgo de toda dictadura o de un gobierno democrático degradado es el miedo, seguido de la intolerancia y la represión y, en un sistema totalitario, como el de Cuba o Corea del Norte, del terror. Chávez no perdona a RCTV que, como lo denunció en CADAL Oswaldo Quintana, vicepresidente jurídico de RCTV, esta hubiera informado sobre la marcha pacífica en Caracas, el 11 de abril del 2002, con final de represión y muerte. Como Caín el ojo de Dios, los enemigos de la libertad temen el ojo de la prensa independiente.
Sirva este precedente ominoso en Venezuela para aquellos que, desde las investigaciones de la prensa nacional sobre los actos de corrupción política, en el más alto nivel, comenzaron a hablar de “juicios mediáticos” y que, ahora, proponen la regulación estatal de la prensa privada con ocasión del referendo. ¡Ah, los observadores que nada observan y que, ante la corrupción, han callado! Podríamos, un día, hacer la lista…
Nuestra prensa no necesita controles estatales, ni calificados ni transitorios, sino una legislación sin camisas de fuerza, digna de nuestra democracia, para luchar contra el miedo, contra la corrupción, el cinismo, el poder de las mafias y tantos sepulcros blanqueados, que la atan y le entorpecen el vuelo. El “no” y el miedo van de la mano.