Tras varios meses de adormecimiento, removido por las insulsas escaramuzas de siempre, el cotarro político revive: fuerza mediática, al compás de alguna maquinaria electoral o de algún anhelo personal.
El objetivo solidario de los nuevos actores es ayudarle a la Presidenta. En su orden, el expresidente Figueres, al regresar de las Europas, hace 22 días; luego, el exministro Rodrigo Arias, al salir ileso de la Fiscalía, la semana pasada, y, anteayer, el Partido Accesibilidad sin Exclusión (PASE), a condición, eso sí, de que le regalen la presidencia del Parlamento, el 1.° de mayo próximo. Si este trueque no se modificara (todo es posible en la política nacional), la Alianza por Costa Rica, que ayer no más algunos proclamaron pétrea y diamantina, habrá consumado un soberano ridículo. En cuanto al alcalde de San José, Johnny Araya, son de sobra conocidas las buenas relaciones con la presidenta Chinchilla.
Surgen las incógnitas. ¿En qué le puede ayudar el expresidente Figueres a doña Laura o al país? El tiempo lo dirá, pero este apremia y nuestro pueblo ansía resultados concretos. Cito dos vías: ¿proyectos tecnológicos y vigorosos contactos internacionales? Dos filones áureos en un mundo, ¡ay dolor!, egoísta e inhumano y, como tal, dramático y desafiante.
Don Rodrigo, por su lado, concretó la ayuda con estas palabras: “Este gobierno no continuó esa línea que se traía, ese modelo claro que se traía, y eso ha traído sus consecuencias para mí en algunas cosas negativas”. ¿La mesa servida? ¿El mismo guion de Óscar Arias? Es digna de encomio la disposición de “ayudarle” a doña Laura en un país donde la mezquindad y el juego tras bastidores es moneda de curso corriente. No obstante, se desliza una duda: ¿Cuál es “el modelo claro que se traía”. Los periodistas no lo interpelaron, siendo esta la cuestión de fondo. No es justo negar diversos logros del Gobierno anterior, pero, si hablamos de modelo, cabe preguntar: ¿Acaso el enorme déficit fiscal o la ausencia de puentes entre el Gobierno y la CCSS, que dio lugar a la mayor crisis en su historia? ¿Acaso la política ambiental o el proyecto de transferencia de competencias del Gobierno a las municipalidades que, como lo demostró Mideplán, destruiría, por sus aberraciones, la propia institucionalidad? En suma, bienvenida la ayuda, pero ¿de qué estamos hablando?
Toda ayuda a la presidenta Chinchilla choca, además, contra un témpano inmenso: el reglamento de la Asamblea Legislativa, cuya vigencia impide gobernar, y que la oposición, jurando en vano, prometió reformar. El nuestro, en fin, es un problema de Verdad y de Conciencia.