A veces, me preguntan para qué sirve la Organización de Estados Americanos (OEA), o me afirman directamente que no sirve para nada. Comprendo que lo hacen por desconocimiento. La OEA no se promueve, no se publicita, pero sirve de mucho. Si no, ¿cómo explicar que desde su fundación haya crecido el número de sus miembros y que ninguno haya denunciado su Carta para salirse, ni siquiera Cuba, aunque esté suspendida desde hace más de cuatro décadas? Algunos ejemplos de los últimos dos meses lo aclaran.
Colombia-Ecuador. Cuando en marzo de este año Colombia atacó en Ecuador un campamento de las FARC, la amenaza de una guerra regional se cernió sobre el continente americano, pero Ecuador, confiando en la organización, llevó su queja a la OEA. El asunto fue atendido con seriedad y prontitud y se llegó a una resolución satisfactoria para las partes. La OEA evitó una guerra, con una actuación que solo tomó dos semanas.
La crisis de Haití. Haití entró en abril en un periodo de hambruna y turbulencia política que vino a agravar el estado de por sí caótico del país. El día 10, mientras las turbas hacían manifestaciones violentas en la calles de Puerto Príncipe y otros lugares, y el Primer Ministro se tambaleaba, en la sede de la OEA en Washington se reunían los representantes de los países de la organización que conforman el Grupo de Amigos de Haití, y representantes de distintos organismos que son partes del sistema de la OEA, como el Banco Interamericano de Desarrollo (B. I. D., que fue creado por la propia OEA aunque hoy tenga total autonomía), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y otros organismos relacionados con el Sistema Interamericano, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Fundación Panamericana de Desarrollo, convocados para buscar medidas que paliaran el hambre de los haitianos mientras aparecen soluciones de largo plazo.
En cuestión de hora y media, a la mesa fueron cayendo los aportes: Canadá anunció un giro de $10 millones al Fondo Mundial de Alimentos para que se destinara a Haití; la Fundación Panamericana de Desarrollo anunció que tenía listos de 150 a 200 contenedores con alimentos y organizada la distribución in situ y que solo faltaban $200.000 para pagar el transporte; de seguido, el B. I. D. ofreció su colaboración para el transporte, pero, además, dio una donación de $2,5 millones de dólares más un préstamo blando de $15 millones, y anunció para los días 24 y 25 de abril una conferencia de donantes; Brasil hizo una cuantiosa donación y el FMI dijo que en mayo haría un ajuste a su programa de ayuda. Todo, gracias al poder de convocatoria de la OEA, usado de modo oportuno y efectivo.
Los organismos. Si se sorprenden de saber que el BID y la OPS sean parte del Sistema Interamericano cuyo núcleo es la OEA, agrego que en los meses de marzo y abril han comparecido a rendir sus informes anuales los restantes organismos. Cito algunos: Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, Comité Jurídico Interamericano, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, Comisión Interamericana de Mujeres, Comisión Interamericana de Telecomunicaciones, Comité Interamericano contra el Terrorismo, Instituto Panamericano de Historia y Geografía. Todos llevan labores de importancia y utilidad para los países miembros. Uno se sorprende de la penetración que tiene la OEA hasta en los poblados más distantes y pequeños de América, en todos los ámbitos: salud, agricultura, desarrollo, telecomunicaciones, seguridad, migraciones, puertos, niñez y adolescencia, indigenismo, sistema electoral y muchos más. Por eso es vital. ¿Quién querrá salirse?
El caso boliviano. Terminando abril, al amparo del artículo 17 de la Carta Democrática de la OEA, Bolivia ha concurrido a pedir su ayuda por una crisis interna que pone en peligro su sistema democrático. Ya antes, la OEA había estado en Bolivia observando los procesos y ofreciendo su consejo. La crisis de Bolivia es compleja y puede que no esté al alcance de la OEA resolverla, pero es reconfortante ver que un país puede acudir a esta organización y contar con la solidaridad de los demás miembros. Muchos dicen que la OEA no sirve, pero, cuando hay un problema, se acude a ella. Por algo será.
No olvidemos que, precisamente en el caso de Costa Rica, nuestra seguridad externa depende de la OEA y del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
La gran ironía es que, funcionando bien como lo hace, no es noticia. Los medios de comunicación colectiva recogen únicamente las cosas malas y negativas de nuestra época y de nuestro mundo. Pero quizá, para la OEA, eso sea lo apropiado: trabajar bien y en silencio en pro de las Américas. Eso sí, hay que valorarla y apoyarla.