¿Qué hace un columnista cuando, a punto de enviar el texto y sin tiempo para más, cambian las circunstancias y lo escrito queda obsoleto? Además de descojonarse, la respuesta, obvia, es hacer lo que hago en este instante: divagar miserablemente en busca de un tema. En efecto, había elaborado una columna acerca del referendo sobre la unión civil entre homosexuales y el martes en la tarde la Sala IV dijo nones a este proceso. Solo para el archivo sintetizo lo que decía: apoyaba la unión civil porque corrige una grosera e intolerable injusticia contra personas adultas en pleno uso de sus facultades y discrepaba con los activistas por estar echando pedradas contra el referendo en vez de concentrarse en persuadir al electorado.
La Sala, sin embargo, atravesó el bus y todo el mundo quieto ( Varguitas también). Habrá que estudiar con cuidado la sentencia para examinar las razones de los magistrados. Como el fallo impone una limitación al uso de mecanismos de democracia directa no expresamente estipulada en la Constitución o las leyes (la prohibición de su uso en temas impopulares o contra-mayoritarios), quiero ver con detalle la justificación de ese nuevo límite. El asunto me interesa tanto desde el punto de vista de la teoría de la democracia como, en particular, desde el punto de vista del reacomodo que introduce el balance de poderes dentro del Estado. Al decir que hay materias legislativas que no son electorales, la Sala redefine sus fronteras con el Tribunal Supremo de Elecciones, un cuasipoder del Estado, y le recorta su terreno.
Así que, aquí estoy, en el minuto 91 del partido, desesperado en busca de temas y con la página en blanco. Paso revista a los diarios digitales que hablan de la reunión de los presidentes venezolano y colombiano y la reapertura de relaciones entre estos países. Nix, nada que agregar: alzo la copa y celebro. Me informan que en Nicaragua se venció el plazo a las autoridades de la Contraloría General, a las de Tribunal de Elecciones, a la Defensoría (que se llama Procuraduría) y a la Corte Suprema de Justicia. Están acéfalas. Notable, me digo, ¡de todas todas! Sin embargo, recordando a Remarque, eso parece ser otro día normal, “sin novedad en el frente”, en la bella tierra de los lagos.
Condenado a la picota, tengo un último acto de coraje: caeré con las botas puestas, sin tener nada que decir, pero ni a palos hablaré de los 100 días de gobierno. ¡Qué pereza! ¿Desde cuándo esta cifra mágica importa para evaluar la gestión de gobierno?
Por dicha hay un montón de analistas que ya hicieron los balances del caso: que si el Gobierno pinta o no pinta, que si Viviana Martín dejará de reirse algún día, en fin, temas trascendentales para el futuro político del país. Así que buen día y buena suerte.