La capital de Venezuela comparte con Damasco y Beirut la infausta distinción de albergar, en forma oficial y pública, organizaciones terroristas del Cercano Oriente. Además de una robusta embajada de Irán, también los radicales libaneses de Hezbolá y los palestinos de Hamás han inaugurado oficinas en Caracas con el beneplácito expreso del presidente Hugo Chávez. A esta inusual presencia se suman los vuelos diarios y sin escalas entre Caracas y Teherán, con extensión igualmente diaria a Damasco, de las respectivas aerolíneas estatales. El intenso tráfico levantino ha motivado, entre diplomáticos y observadores extranjeros, el irónico sobrenombre de “Caracastán” –evocativo de naciones de mayoría musulmana como Afganistán, Kazajistán y Tayikistán – para la capital de Venezuela.
Pactos y conjuras . No es accidental que los extremistas del Cercano Oriente se hayan afincado en Venezuela. Forman parte del cortejo de súbditos chiitas que acompaña a Irán en sus aventuras internacionales. A su vez, Teherán ha encontrado en Hugo Chávez un aliado que comparte sus devaneos mesiánicos y antioccidentales, sobre todo antinorteamericanos. De hecho, Chávez y Ahmadinejad, el turbado presidente de Irán, semejan almas gemelas. Ambos son dados a declaraciones grandísonas, y en sus delirios tienden a formular sentencias amenazantes contra toda suerte de enemigos y conjuras fantasiosas.
Con este trasfondo, el régimen iraní y Chávez han plasmado un pacto que ambos consideran ventajoso. Para Irán, extender su presencia en Latinoamérica significa romper el aislamiento diplomático causado por sus andanzas terroristas en el extranjero y, últimamente, por los enfrentamientos con el Consejo de Seguridad de la ONU debido a su proyecto nuclear. Teherán desea superar su imagen de paria y anda en busca de amigos en todo el mundo y, con ayuda de Chávez, intenta encontrarlos en nuestros países. Por su parte, Chávez considera que abrirle espacios a Irán en el hemisferio constituye una complicación mayúscula para Estados Unidos. Además, hay promesas de muchos petrodólares que deslumbran a algunos Gobiernos de la región y le permiten al Teniente Coronel tentar los apetitos de potenciales vasallos en el entorno.
Así, gracias a Chávez, a partir de setiembre del 2006, Ahmadinejad ya realizó dos giras por el continente y ha anunciado una tercera en las próximas semanas. Hace un mes, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán visitó Caracas, Managua y La Habana. Y, a raíz de una supuesta conferencia sobre Latinoamérica en Teherán, el 27 de febrero último, el Gobierno iraní comunicó que, además de una nueva embajada en Managua, reabriría sedes diplomáticas en Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay. Asimismo, establecería una oficina representativa en Bolivia. Estos pasos, y manifestaciones de apoyo de Nicaragua y Cuba en su conflicto con la ONU, los interpreta la teocracia como dividendos hemisféricos importantes en su pugna con Washington.
Deudas en Managua . Funcionarios de la administración en Washington aseguran que la llegada de Ahmadinejad a Managua, en enero último, fue una imposición de Chávez. La visita motivó discusiones previas en círculos cercanos a Ortega. Algunos alegaron que el arribo del jerarca iraní quebrantaba el guion de mantener tranquilo el frente con Estados Unidos. Otros se consolaban con un esperado perdón de las deudas que Nicaragua ha tenido pendientes con Irán desde la época del sandinismo en la década de 1980.
Lamentablemente, Ahmadinejad no vino a perdonar deudas, sino a cobrarlas. ¡Vaya atrevimiento! Por supuesto, los nicaragüenses se resintieron. Para colmos, como parte del compromiso con Chávez, Ortega y su invitado anunciaron una reapertura recíproca de embajadas. La noticia causó molestia y preocupación en Washington, pues al tiempo que Nicaragua anticipaba designar en Teherán dos o tres funcionarios, Irán se propone instalar en Managua una numerosa delegación, a todas luces exagerada e innecesaria para atender el vínculo bilateral.
Jugar con fuego. El sistema político que Chávez intenta forzar en Latinoamérica se basa en un mando absolutista escudado por un remedo de democracia. Dicho modelo está en marcha en Bolivia y Chávez presiona su implantación en Ecuador y Nicaragua. De plasmarse, sería una tragedia. Sin embargo, lo que se avecina es aún peor, porque Chávez ahora exige de sus clientes dar la bienvenida a la presencia iraní.
Tal giro equivale a jugar con fuego. El concepto distorsionado de diplomacia que Teherán propugna ha sembrado muerte y destrucción en todo el mundo y no solo en el Cercano Oriente y África. En 1992 y 1994, desde la embajada iraní en Buenos Aires, se fraguó y dirigió las operaciones terroristas de Hezbolá para las explosiones de la misión diplomática de Israel y el centro comunitario judío de esa capital, respectivamente, que dejaron centenares de víctimas. Asimismo, una cadena de asesinatos de disidentes iraníes en Europa fue ordenada por Teherán y ejecutada con el auxilio de Hezbolá. Uno de estos episodios, ocurrido en una discoteca llamada Mykonos, en Alemania, motivó, al igual que las explosiones en Buenos Aires, procesos judiciales y la expedición de órdenes de captura de la INTERPOL contra el expresidente iraní Rafsanjani y otros altos funcionarios del régimen islámico. No en vano, el más reciente informe del Departamento de Estado señala a Irán como el número uno y más activo de los estados promotores del terrorismo.
La dimensión violenta de la así llamada diplomacia de Irán es una consecuencia directa de la ideología jomeinista. La exportación de la Revolución Islámica para implantar por todos los medios el ideario del ayatolá Jomeini, culminando con el establecimiento del Califato mundial, constituye parte integral de la constitución de la República Islámica. Llenar Latinoamérica con nidos del terrorismo, que atraerían a la región a extremistas del orbe entero, no es un desenlace aceptable para nuestros países. Existen mecanismos en el Sistema Interamericano para combatir el terrorismo, pero todo empieza por crear conciencia en casa sobre los tenebrosos confines donde Chávez podría conducirnos.