Este fin de año, Canal 9 transmite las corridas de toros a la tica desde Pedregal, con una carga mayor que sus competidores: una jornada doble, ya que solamente dicho canal trabaja en el lugar.
En dichas jornadas, la diferencia en el tono es notoria; no hay paridad en la comunicación ni en la experiencia que se entrega. La discrepancia en los equipos de trabajo es tal que, realmente, no se reconoce el producto como una manufactura de la misma casa, algo común en la producción del canal.
Lo tradicional. Por un lado, tenemos la transmisión de la tarde, realizada en su mayoría por el elenco de Su mañana –revista matutina– con una propuesta tradicional, comparable con ofertas pasadas de televisoras más grandes: humor comedido al horario, comentarios taurinos según se requiera y una presencia abundante desde el ruedo.
La sinergia entre todos es buena, aunque sobresale la adaptabilidad de Gustavo Gamboa mezclándose bien con cualquier dinámica. Además del aporte de Maureen Salguero y su afinidad con los toreros improvisados, produce cantidad de contactos y muy sinceros, lo cual es valioso.
Existen también chambonadas típicas como llamarle vaca al toro, en un arrebato de entusiasmo, lugares comunes en toda corrida de toros.
Aquí, el resultado parece venir del núcleo de conductores seleccionados, pues, aparte de congeniar, el potencial de la transmisión reside en la narración de los eventos.
Lo extremo. El otro extremo en que podría residir el potencial de la transmisión es el humor. Así, la corrida de toros de la noche se nutre de un elenco que carece de lo que representa un proceso de comunicación –o programa de tele–.
La chabacanería de la noche es clara barrera en la narración de los eventos, que, al final de cuentas, es lo trascendental de las corridas. Con tanta majadería en off , se entorpece el aporte técnico de los especialistas.
Es posible que la idea de usar a los noveles conductores de otros programas improvisados, busque abarcar un público más joven en la noche. Sin embargo, ¿cómo se vive en la casa el tropel de intervenciones desarticuladas que se cuecen entre los presentadores dominantes en la transmisión?
El dominio del espacio queda en manos de un núcleo marcado por Yiyo, Choché y Giovanni Linares que, lejos de permitir una narración ocasional o constante de los eventos, la anula.
Incluso, la compañía de Emeterio Viales queda totalmente secuestrada bajo el nivel de improvisación, al punto de que alivia una intervención de él contando un chiste o salida costumbrista dentro del bullicio.
Se crea un vacilón privado en la transmisión que no hace más que mantener un paradigma limitante; la risotada del trío no invita, espanta.
De la técnica. Canal 9 necesita una gran soltura en realización de campo en vivo pues falta práctica: planos de día con exceso de luz y carencia de iluminación de noche, constantes errores de audio desde fuera del redondel y tiros de cámara que muestran excedentes del escenario montado, son parte de los filos que deben emparejarse.
A esto se le suma la poca calidad de las incursiones desde afuera del redondel que, posiblemente, se realiza en posproducción, lo cual obliga a producir con rapidez y poco cuidado.
El resultado son dos transmisiones diferentes y esto podría crear una “asintonía”. No es posible afirmar que la audiencia busca charanga en fin de año; existen amantes de la tauromaquia que están fuera de la oferta del 9, por lo cual no todos aprovechan la tele en esta propuesta.
Una aproximación más familiar con un tono más comedido puede resultar provechosa para la audiencia.
Se necesita madurez en la televisión y verla desde lo que es: un proceso de comunicación integral que no debería afectarse por la logística de la operación. Tal vez usted puede dedicarle unos minutos, compararla con los otros canales y juzgar.