Las solteras de Brasil han quedado, oficialmente, advertidas. El sistema judicial y los cuerpos policiales del país también: Brayan Bremer no les teme y por ello ha hecho de su fuga de prisión un acontecimiento entre los usuarios de las redes sociales del país sudamericano.
“Estoy llegando a Manués, que se cuiden las solteras”, escribió Bremer en su perfil en Facebook este lunes 2 de enero, alrededor del mediodía.
La frase acompañaba un selfie en el que Bremer muestra su piel morena, casi rojiza, tostada por el sol, cubierta por una camiseta gris. Sus ojos también están rojos. Del cuello le cuelga una cadena plateada, y en el lóbulo de su oreja izquierda se asoma un pendiente.
Una gorra se escapa del encuadre de la fotografía. Con su mano izquierda extiende el pulgar en señal de triunfo, mientras muestra parte de sus tatuajes.
Brayan Bremer tiene la pinta –y el nombre– para ser un cantante de música urbana latinoamericana; un rapero salido de las entrañas de Río de Janeiro, que bien podría salir en cámaras con camisetas gigantes de Kobe Bryant mientras a su alrededor bailan decenas de jovencitas de piel morena y ropa escasa.
De ser así, la frase “Estoy llegando a Manués, que se cuiden las solteras” podría tener un efecto cultural y mediático importante; podría significar un concierto, una gran fiesta con un tremendo artista musical.
Pero Brayan Bremer no es músico –aunque lo suyo bien podría considerarse artístico–. No uno profesional, cuando menos. Su carrera no se ha desarrollado sobre tarimas, aunque el escenario de su acto fue sin duda multitudinario.
Brayan Bremer, el autor del selfie más importante de Brasil en lo que va del recién nacido año, es un prófugo de la justicia.
Coartada de sangre
Terminaba el año, pero para las autoridades carcelarias de Brasil la noche iba a ser muy larga. Durante el último fin de semana del año pasado, la violencia se apoderó del Centro Penitenciario Anisio Jobim, ubicado en la ciudad de Manaos, en el estado de Amazonas, al noroeste de Brasil.
El primer chispazo saltó en la tarde del domingo, cuando se enfrentaron miembros de dos organizaciones criminales rivales, que comparten espacio en el encierro. La Familia do Norte (FDN) y el Primeiro Comando da Capital (PCC) no se limitaron y pronto el pleito escaló hasta convertirse en una batalla campal que se extendió durante 17 horas.
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No fue una sorpresa para quien prestase atención. La población carcelaria de Brasil es la cuarta mayor del planeta: más de 371.000 personas están en prisión en el país del sur, lo que equivale a 193 presos por cada 100.000 habitantes.
Además, sus prisiones han recibido críticas severas por sus paupérrimas condiciones: los recintos están sobrepoblados, en estados cercanos al abandono; son comunes la violencia, el tráfico de drogas, la prostitución y la transmisión de enfermedades de todo tipo.
Además, los grupos organizados –como el FDN y el PCC– son poderosos y controlan sus negocios desde el interior de la propia cárcel. De acuerdo con el gobierno carioca, el FDN controla el tráfico de drogas y, en términos general, dominan el territorio de la prisión Anisio Jobim. El conflicto del fin de semana nació precisamente porque el PCC intentó derrocar el poderío y el dominio de su banda rival.
“No estaban peleando porque se hayan insultado entre ellos”, dijo Sergio Fontes, secretario de seguridad pública del estado de Amazonas, a la Agencia de noticias Brasil. “Estaban peleando por dinero. Hay una guerra silenciosa en la que el Estado debe intervenir. ¿De qué se trata esta guerra? De tráfico de drogas. ¿Qué vimos en el motín? Una facción enfrentándose a otra”.
El resultado de la batalla fue espeluznante. En un punto hubo 74 secuestrados, en cuenta prisioneros y guardias. Los cuerpos muertos fueron arrojados por encima de los muros del complejo carcelario. Al menos seis personas murieron por decapitación; hubo otras 50 víctimas mortales.
Al mismo tiempo, mientras la matanza se desarrollaba en Ansio Jobim, otro evento se entretejía en otra prisión de la misma ciudad de Manaos. En el Instituto Penal Antonio Trindade, un grupo de decenas de prisioneros orquestó un escape multitudinario de la prisión.
En total, 112 presos escaparon del Anisio Jobim; del Antonio Trindade, otras 72. Entre ellos estaba Brayan Bremer.
#Fugado
De acuerdo con el diario O Globo , Brayan Bremer Quintelo Mota estaba privado de su libertad por traficar drogas; descontaba su pena en el penal Antonio Trindade, en la periferia de la ciudad de Manaos.
Como decenas de presos más, Bremer vio su oportunidad dorada para reencontrarse con la libertad durante el caos que generó la revuelta de la otra prisión el fin de semana pasado.
Así, mientras las autoridades estaban demasiado ocupadas intentando contener la violencia y los ríos de sangre, Bremer puso pies en polvorosa.
Fue durante la noche del 1° de enero que Brayan tomó su celular y, posando junto a otro compañero de escape, levantó el pulgar mientras caminaban por una densa vegetación y tomó la foto que luego publicó junto al texto “Fugado de la cárcel”.
Al día siguiente, Bremer subió otra foto. En esta ocasión, aparecía junto a una banda de unos cinco muchachos mientras comían yuca en medio de la jungla. Más tarde, subió su publicación más atrevida, su obra más sugerente: “Estoy llegando a Manués, que se cuiden las solteras”.
Las fotos todavía están visibles en el perfil de Bremer, quien se mantuvo activo en Facebook durante su período en la cárcel, a pesar de que, según la BBC , el uso de internet está vetado para los reclusos.
En ese tiempo, sin embargo, nunca gozó de la fama y la viralidad que ahora acompañan sus fotografías. El primer selfie recibió 51.000 reacciones –la enorme mayoría de ellos, likes y risas– y ha sido compartido unas 14.000 veces; los comentarios también se cuentan por las decenas de miles.
Su segunda foto, la advertencia a las solteras, recibió una respuesta similar.
Aunque las autoridades brasileñas aseguran que ya 54 de los fugitivos fueron puestos de nuevo en prisión, la opinión pública no ha duda en crucificar al gobierno, a la policía y a su capacidad –o falta de ella– de capturar a Brayan, el nuevo fenómeno de las redes sociales en Brasil, el muchacho que postea selfies de su fuga carcelaria.