Reed Hastings mide sus palabras: está en una mesa llena de periodistas y sabe que cualquier respuesta que salga de su boca es un spoiler en potencia. Lo suyo, más que hablar, es escuchar.
"¿Qué crees debería pasar en la nueva temporada de House of Cards?", le pregunta el fundador de Netflix a uno de los invitados de aquel almuerzo, celebrado en diciembre del 2015 en un hotel de la zona financiera de Santiago de Chile. Todos los presentes tenemos nuestra propia respuesta, pero el empresario estadounidense le da la primera oportunidad a un conductor de televisión, a quien uno de sus colegas había presentado como "el Jon Stewart chileno".
Su respuesta no fue muy articulada, y Hastings abrió la ronda a los demás comensales. Sin que me lo pregunte, me lanzo de una vez: “Yo esperaría que Frank y Claire salgan de la Casa Blanca y vuelvan a operar desde las sombras. Era más entretenido verlos aspirar al poder que ejercerlo”.
Reed Hastings escucha, y no dice nada. Desde luego que él sí sabe lo que sucederá una vez que la serie estrella de Netflix vuelva con su cuarta temporada el próximo 4 de marzo. Sin embargo, este empresario y filántropo de 55 años no suelta pista. Su cara siempre está libre de spoilers.
Imperio digital
Netflix. Cuatro años atrás nuestras vidas podían seguir adelante sin su presencia, mas ahora, con un alcance global de más de 70 millones de usuarios, es imposible no incluirlo en la ecuación.
Hoy Netflix se ubica en la misma categoría de realeza en la que se encuentran otros gigantes digitales, como Apple, Google, Facebook o Amazon. También es correcto decir que la firma asentada en Los Gatos, California, inquieta cada vez más a los residentes de Hollywood.
Reed Hastings es uno de los magos detrás de esta genialidad. Dice la leyenda que su incapacidad para devolver a tiempo las películas que alquilaba en el videoclub echó a andar la idea de crear un sitio desde el que la gente pudiera rentar filmes sin preocuparse por multas y demás mecanismos represivos.
Aquel fue el génesis de un servicio que hoy ofrece a sus suscriptores un descomunal catálogo de películas, documentales, series de televisión y animados para consumir en línea, a cambio de una tarifa fija. Así, nuestros hijos crecen hoy viendo a Peppa Pig y Phineas y Ferb ya no tanto mediante la televisión, sino en tabletas y celulares (no es cuento: en muchas casas los niños tienen mejor manejo de la plataforma de Netflix que sus padres).
Hastings está consciente del éxito que su servicio tiene en la población infantil, aunque admite que no fue algo deliberado. “Empezamos concentrados en adultos y estos nos pidieron contenido para niños. Muchos padres no quieren a sus hijos expuestos a la publicidad y saben que Netflix es libre de anuncios”, me explica durante una entrevista aquella misma tarde.
Al igual que en el almuerzo, el fundador y presidente de la compañía en sus entrevistas da respuestas ejecutivas, sin rodeos y sin palabras de más. Amable en su trato y sonriente sin empacho, el hombre que tiene a medio mundo haciendo maratones de series si acaso destina 10 horas de su semana para ver televisión por puro ocio.
Con Hastings el concepto de televisión, tal y como lo conocemos, está en entredicho. Afirma que la tele abierta está destinada a desaparecer, así como las compañías de televisión por cable (que según él terminarán enfocadas en brindar el servicio de conexión a Internet). Ni qué decir de formatos físicos como los DVD y los Blu-ray, que en su opinión ya van de salida, aún cuando Netflix sigue ofreciendo el servicio de alquiler de películas en disco para sus clientes de Estados Unidos.
¿Cuándo pasarán todos estos cambios? El empresario no se arriesga a poner fechas pero tiene claro que será pronto. “Los niños de hoy ven televisión por Internet en sus cuartos, con un teléfono. Es una generación que crece sin necesidad de grandes televisores o pantallas”.
Si usted tiene Netflix, lo dicho por su CEO no debería sorprenderle, pues ya en Costa Rica muchos hogares tienen a sus miembros consumiendo contenido diferenciado al mismo tiempo. Es esa separación lo único que Hastings se acercó a señalar como algo quizá negativo del servicio que su compañía ofrece: los tiempos en que toda la familia se metía en un mismo cuarto a ver un mismo programa en un mismo aparato ya son materia del pasado.
Todo, todo el mundoEn la carta a sus accionistas de cierre del 2015, Hastings informa sobre los avances de Netflix en su expansión global: España, Portugal, Italia recién se abrieron al servicio y antes del final del 2016 se espera estar operando en Taiwán, Singapur, Hong Kong y Corea del Sur.
Latinoamérica fue el primer mercado internacional al que se extendió la firma estadounidense, fundada en 1998 (aunque fue hasta el 2007 que empezó a transmitir material mediante la web).
Nuestra región es consentida para Netflix y de ahí se explica la visita de Reed a los principales mercados del área. Jonathan Friedland, jefe de comunicaciones de la compañía, añade que era necesario consolidarse y generar recursos en países de peso como Brasil, México, Argentina y Chile, antes de hacer mayores planes para mercados no tan grandes, como Costa Rica.
Con una oferta que se llena cada vez más de contenido original producido en la región, le pregunto a Hastings si hay espacio para un programa costarricense en su servicio.
Su respuesta es pregunta.
—¿Viste Club de cuervos (primera serie original en español de Netflix)?
—Solo un par de episodios.
—¿Te parece una serie con la que te podrías identificar o es muy mexicana?
—Muy mexicana para mi gusto.
—Queremos que nuestras series se sientan locales cuando son mercados grandes. En el caso de una producción costarricense, debería ser algo que sirva para un mercado más amplio que el de su país. Por ejemplo, una serie como Narcos es muy gustada en Europa.
Narcos –serie que desde la óptica gringa aborda la vida del capo Pablo Escobar– tiene a Hastings particularmente orgulloso. Admite que aprender de los barones de la droga y de la historia de la cocaína ha sido una lección documental para él.
Sin embargo, para muchos suscriptores del servicio son otras las series a comentar. Sin duda el gran caballo de batalla de la empresa sigue siendo su drama político House of Cards. Fue el lanzamiento de este remake de la serie británica del mismo título la que puso a Netflix en el mapa de la comunidad geek y televidente.
Hoy el contenido original es la bandera de Netflix, con un catálogo que crece en calidad y cantidad: Sense8; Bloodline; Orange is the New Black; Daredevil; Jessica Jones; Master of None; Grace and Frankie; Unbreakable Kimmy Schmidt; BoJack Horseman; la aún caliente serie documental Making a Murderer, sus continuaciones para programas que ya dábamos por desaparecidos como Full House, Gilmore Girls o Arrested Development. Los astros de cine también han sido invitados a la fiesta y Netflix asusta a Hollywood con películas originales estelarizadas por nombres como Idris Elba, Adam Sandler y Brad Pitt.
Es gracias a la piratería y su combate que Netflix no solo empezó a desarrollar material propio, sino que también formalizó un modo de consumo que echó por el suelo décadas de hábitos y mañas. El binge watching no es invento de Netflix, pues años atrás descubrimos los placeres de quedarnos todo un día entre las cobijas viendo un capítulo tras otro de alguna serie televisiva (colección de DVD o VHS en mano, eso sí).
Hoy todas las series originales de Netflix se lanzan completas el mismo día –13 capítulos, por lo general– en todos los mercados, lo que ha facilitado que aquella vagabundería entre las cobijas sea aún más sencilla. Ya ni “play” hay que darle cuando termina un episodio, pues el sistema cuenta con un “autoplay” que nos lanza de cabeza en el siguiente sin que aún terminemos de decidirnos si deberíamos levantarnos y ser productivos.
“El binge watching es el futuro”, me dice Reed Hastings, con seguridad plena.
Esa noche, mientras veía mi tercer episodio consecutivo de Jessica Jones supe que el fundador y presidente de Netflix se equivocaba: esto no es el futuro.
Es el presente.
Colaboraron Robert Lee y Danny Brenes.