Al octavo día de haber resucitado, Jesucristo volvió entre los apóstoles para ofrecerle su costado a Tomás, el incrédulo, el único ausente cuando los visitó por primera vez tras regresar de entre los muertos. El discípulo vio y creyó. A Justo Orozco le sucedió parecido, pero diferente.
Hace 33 años, Orozco vio el milagro. En 1980, cuando todavía estaba más cerca del Ministerio de Educación que de la Asamblea Legislativa, su hija mayor abrió los pulmones por primera vez en el Hospital San Juan de Dios y el actual diputado lo presenció. Vio el milagro. Estaba allí, al alcance de su mano: dos ojos pequeñitos y abiertos.
Tomás necesitó ver las llagas de Cristo para creer, pero a sus 30 años, Justo Orozco no debió ir tan lejos. Bastó una niña para enmendar al cristiano probo pero distendido. “Vi que eso impactó mi vida y me hizo saber que Dios existe”, asegura.
Tres décadas después, es imposible saber con certeza si esa bebé marcó o no el camino que condujo a Justo Orozco de enseñar matemática en un colegio nocturno a ensañarse contra homosexuales y abortistas en el Congreso. Tanta responsabilidad no debería cargar un parto.
El camino se trazó, como en cualquier vida, con una serie de decisiones minúsculas. Así como el 2013 fue un año mezclado para él en el Congreso –los primeros meses presidiendo la Comisión de Derechos Humanos, y la segunda parte, jefeando Ciencia y Tecnología–, el ascenso hacia esta curul fue remolcado por un binomio improbable: la comunidad evangélica y las ciencias numéricas.
Esa trenza religión/academia se completó en 1995, con la fundación del partido Renovación Costarricense (RC), pero para que eso sucediera, fue necesario que se consolidara la Olimpiada Costarricense de Matemática (Olcoma), que un presidente verdiblanco cerrara el Banco Anglo y que un vicerrector de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), donde él laboró por muchos años, le dijera: “Justo, ahí tenés el nicho político”.
El nicho era la comunidad evangélica, donde Orozco llegó por casualidad y por conveniencia. Luis Fishman, diputado también en los períodos 1998-2002 y 2010-2014, señala que, en lo legislativo, Orozco “nunca ha disimulado que, en aras de lograr sus objetivos, él se acomoda con el Gobierno de turno”. En 1978, el objetivo era una profesora nueva, y el “gobierno” al cual debía aliarse, la religión evangélica.
Cuando un colega del colegio Salvador Umaña, de Ipís, le dijo: “Llegó carne fresca, una profesora muy linda. Vaya véala”, él fue. Era su actual esposa, una evangélica practicante y quien llegaba de sustituta por unos meses. “Lléveme donde quiera”, recuerda él que pensó. En cuestión de un año, Orozco, había dejado de lado sus bases católicas. Sin embargo, para complacer a ambas familias, se casaron frente a un sacerdote, pero sus nuevos pastores observaron la ceremonia desde las bancas de la iglesia, cuenta el diputado.
¿Qué hubiera pasado si Justo Orozco no hubiera cortejado –un verbo que adora– a la profesora evangélica? Tal vez habría permanecido en las filas del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), su cuna política, sin saltar a la vida pública. Un profesor cualquiera, sin la oportunidad de maquinar aritmética fraccionaria en los pasillos del Congreso.
Pero en 1979, sus cálculos eran sobre un papel. Los otros aprendió a hacerlos después.
Numérico
A la matemática entró por ser muy “coco”. Así lo dice él, al menos, pero también Rolando Berty, el director de la tesis que Orozco publicó en 1978, quien usa palabras como “fajado” y “excelente” para describir a su expupilo, aunque explica que llevan años sin tener contacto.
¿Y la familia, la lucha contra los gais, el frenazo al aborto? “En esa época, no se hablaba nada de eso”, apunta Berty.
Se hablaba de algoritmos, de problemas algebraicos sin solución y de diagramas de flujos, tanto que pronto Orozco empezó a impartir lecciones.
Su primer trabajo fue en el colegio nocturno Carlos Gagini –“le decíamos el Charles Chicken Nightclub... En ese tiempo no era cristiano yo”, ríe–, pasó por el Instituto Agropecuario de Orotina y aterrizó en Ipís con 24 años, amigo de la inopia que reinaba en la educación pública en esos años.
El estirón profesional lo dio en 1979 cuando el Ministerio de Educación (MEP) lo contrató como asesor nacional de Matemática. Tenía 29 años al tomar el puesto y, tres años después, echó a andar el proyecto que lo acercaría al Congreso: el piloto de la primera Olimpiada Costarricense de Matemática (Olcoma).
“Él comenzó a organizar lo que es ahora la Olimpiada, aunque en ese momento no era tan estructurada como hoy”, explica Randall Blanco, coordinador de la comisión Olcoma, que regula las justas.
Faltaba lo que el boletín del 25.° aniversario de Olcoma, celebrado en el 2013, llama “una importante inversión en recurso humano y económico”. En 1989, las universidades estatales aportaron esos caballos de fuerza y Orozco representó a la UNED en la redacción del primer borrador del nuevo piloto. Incluso, fue parte de la delegación que atendió la Olimpiada Iberoamericana en Valladolid, en 1990.
Lista la gente, había que conseguir los fondos y allá fue Justo al Congreso como cualquier cristiano: a buscar una mano amiga, un favorcito, un diputado de ese período (1990-1994) dispuesto a financiar el proyecto.
“Todos me recibían muy bien, me abrazaban, me decían que sí. Todo muy bonito. Pero, como es aquí, me bailaron”, recuerda Orozco.
Ya había coqueteado con ser regidor por el PUSC durante los años 80 e incluso se acercó en algún momento a los líderes a buscar una diputación. “En ese momento, era pecado ser de Hatillo”, sostiene el legislador, pero eso todavía no lo hizo apartarse.
Al cerrar José María Figueres el Banco Anglo, el evangélico decidió que los partidos tradicionales no eran lo suyo y vio una oportunidad. Se distanció de la Unidad, a la que responsabiliza por parte del descalabro de ese banco y buscó casa propia. Cuando alguien habló de un nicho, Justo lo vio.
Al que era renco, lo empujaron.
El político aritmético
“Algo que no puede negársele es que es diligente. Cuando algo se le mete en la cabeza, nadie se lo saca”, reconoce Sherman Thomas, primer candidato presidencial de RC, quien abandonó el partido después de esas elecciones y perdió contacto con el legislador.
En 1998, cuando Orozco logró su curul con un partido nuevo y sin afiliación clara, a él llegaron los oficialistas socialcristianos y la oposición para pedirle su voto por el directorio. Luis Fishman, quien quería presidir el Congreso, almorzó con él en el Rancho Guanacaste unas semanas antes del 1.° de mayo.
“La única pregunta que me hizo fue qué clase de marido soy”, recuerda el socialcristiano, quien finalmente presidió la Asamblea.
Un trato similar haría con Liberación Nacional para el cuatrienio 2010-2014, con lo que logró oponerse a las uniones civiles desde la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos.
De su primera legislatura, los matemáticos de Olcoma recuerdan su impulso a la ley 8.152, que consolidó el financiamiento para la Olimpiada. “Al haber asegurado la financiación, tenemos que aceptar que jugó un papel importante”, destaca Víctor Buján, quien ahora dirige la Olimpiada de primaria.
Con más o menos desgano, otros precursores de la Olimpiada lo saludan en ceremonias y encuentros de aniversario, como el celebrado hace unos meses por los 25 años de las justas. Es que Justo Orozco ha sabido mantener contacto con su pasado de pizarras con ecuaciones y plazas públicas con Biblia en mano.
En su despacho trabajan viejos conocidos. Está el abogado que esperaba con él a la salida de misa, en su natal Nicoya, para ver chiquillas, y está también uno de los “maiceritos” –como dice él– que fue alumno suyo en Orotina. Pero también ese pasado se escurre lejos de él: Sherman Thomas se fue hace años, Carlos Avendaño se separó de RC una vez en la Asamblea, y la última aspirante presidencial, Mayra González, fue parte de quienes acusaron al diputado de utilizar su oficina para trabajar como notario privado.
Pero también algo ha cambiado con el tiempo. Los matemáticos que lo conocieron en los 80 apenas hablan de él, y lo hacen con recelo; Thomas prefiere decir que “ora por él” en vez de opinar de su trabajo actual, y Fishman, quien compartió ambos cuatrienios con Orozco, asegura que se ha radicalizado. De hecho, uno de sus profesores universitarios, agrega: “Lástima que ahora se desvió”.
Ahora, su despacho es un ir y venir de aspirantes a diputados (todos tienen que estar casados solo una vez), de constantes negociaciones en preparación para las elecciones. Es uno de los centros neurálgicos del Partido; el otro es la sede de la agrupación, ubicada en el mismo terreno donde Justo tiene su colegio privado, y cerca de su casa. Hatillo es su fortaleza.
Pero en este despacho no hubo milagro o matemática que evitara el decomiso de computadoras hecho por la Fiscalía en setiembre, o que en febrero el Tribunal Supremo de Elecciones forzara a Renovación Costarricense a quitar el pez cristiano.
Ahora, ese pez se transformó en un ojo blanco y vacío, para que no tuviera cola que le majen. Así luce en toda la propaganda: un simple óvalo blanco sobre el fondo azul.
Sin embargo, en la gran bandera que mantiene en su despacho, bajo una capa de pintura azul que pretende ocultarlas, todavía pueden verse las dos líneas blancas que completarían ese ojo cristiano. Apenas como un recuerdo, en eso que antes era un pez y ahora es solo un óvalo, se distingue la cola.
Está escondida.