Si en un momento de la entrevista a este hombre "teso", inmutable, se le quebró la voz, fue al rebobinar la escena intracamerinos más emotiva que vivió el grupo en Brasil.
Antes de desgranarla, rememoró el detalle de otros dos momentos clímax, solo que estos en caliente: los previos de los penales ante Grecia y Holanda.
– Jaime, ¿qué es lo que se dicen cuando se agrupan ya antes de los lanzamientos? ¿Qué diferencia (de intuición, 'feeling') hubo entre los minutos previos a los penales contra Grecia y los previos a los de Holanda?
– Ese es un momento muy especial en tanto concita varios elementos del ser. En primera instancia aparece, y lo sé, la responsabilidad de lo social; es decir, el debe ser, el país, la gente, la historia. Después, lo esencialmente individual, el sueño, el ideal... Son las instancias que cada uno recorre en esos instantes.
Luego viene, por supuesto, la designación a partir de la decisión de cada uno, algunos la evitan prudentemente, otros la asumen con mucha entereza.
Lo que se dicen son siempre frases o palabras preferentemente motivadoras, repletas de optimismo. Una vez que se conoce quién lanzará, entonces emerge esa dosis de ánimo hacia los escogidos... "¡Dale duro!" "¡Colocala!" "¡Tranquilo, yo sé que lo convertirás!".
En mi caso, a Keylor lo que le dije fue que pensara en el hijo, ahora con dos meses, que cuando tenga 6 o 7 años seguro mirará un video viendo a su padre ser héroe; igual su otra hija.
A Umaña, que escogiera el lugar adonde colocarla y que el camino del centro de la cancha al punto penal no era los pasos al cadalzo, si no a la gloria. Cosas así.
En cuanto a un partido y al otro, contra Grecia vi la plena decisión de cada uno de ganar, la convicción de que así sería. Contra Holanda me parece que gravitó la sorpresa de saber que habíamos empatado contra semejante equipo. La eminente realidad de ganar creo que jugó un papel traidor en la ejecución, pero pienso que definitivamente al alterar el orden de los ejecutantes, eso varió un poco las condiciones. Aunque parezca increíble, el pensamiento mágico en los futbolistas juega un papel muy importante.
–Por último..., ¿cuál fue, según su tremenda vivencia, el momento más mágico de toda esta historia en Brasil?
–Curiosamente, de todas las reacciones, la mejor no fue en el camerino. Fue en un conversatorio antes del partido contra Grecia, en donde afloraron todas las emociones que de alguna manera estaban reprimidas, como esa de '¿SERÁ ESTO REALIDAD?' o '¿cómo lo hicimos?', '¿cómo lo logramos?'.
Te lo resumo diciéndote que los manteles de las mesas que fueron dispuestas en cuadrado fueron pocos para secar las lágrimas del grupo, que la explosión de nacionalidad, de amor por las familias, de recordar cuánto se sufrió de pequeños y algunos de recordar las luchas de sus mamás por educarlos crispaba, me sorprendía cuánto humanismo, me conmovió cuánta solidaridad y me dejó profundamente alegre saber de la inmensa calidad humana de este grupo. Esa tarde pude dimensionar cuántas lealtades, amistades, sueños, ilusiones y amores se compendiaban en esos 25 hombres-niños, hombres-gladiadores, hombres-héroes. Ese día dormí satisfecho de ver el amor y la solidaridad hechos gente...