“Amo la combinación del Concierto para violín de Mendelssohn y del poema sinfónico de la Alpina , de Strauss”, dice Carl St. Clair, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Con esta fusión de compositores alemanes, el ensamble está listo para deleitar a su público en su sétimo concierto de temporada oficial.
Este 24 y 26 de junio, los músicos de la Sinfónica le darán vida a una de las obras maestras de Strauss. Para ello, tuvieron que reforzarse con 23 músicos extra del Instituto Nacional de la Música y de diferentes escuelas de música en el extranjero, lo que situará sobre las tablas del Teatro Nacional a casi 95 músicos.
Se contará además con la presencia de la violinista búlgara Bella Hristova como solista, quien interpretará el Concierto para violín en mi menor, Op. 64 de Mendelssohn.
Hristova se ha presentado con ensambles como la Orquesta de St. Luke, la New York String Orchestra, la Sinfónica de Misisipi, la Sinfonía de la Ciudad de Londres, entre otras.
Repertorio. “El Concierto para violín de Mendelssohn se ubica en el verdadero inicio de la era romántica. Se estrenó en el año 1845”, explicó St. Clair. “Beethoven escribió su único concierto para violín en 1806, por lo que para ese momento habían pasado muchos años desde que un gran, gran concierto –todavía perteneciente al repertorio actual– se estrenara”.
“Ese concierto realmente inició un nuevo movimiento. Después vinieron los conciertos para violín de Bruck, Lalo, Brahms, Chaikovski y Sibelius”, agregó el director. “Por el otro lado, 1915 (año de estreno de la Sinfonía alpina ), es el momento donde la era romántica estaba acabando. Así que tenemos –no literalmente, pero casi– inicios y finales de la gran era del romanticismo”.
El plato fuerte, sin duda, será la Sinfonía alpina . La que St. Clair describe como “un viaje desde la oscuridad de la mañana, hasta la oscuridad de la noche”; una travesía que recorre episodios ilustrados con la música: el sol saliente, el ascenso a los Alpes, el bosque, la catarata, la maleza, la cima de la montaña, el descenso, la puesta de sol… la noche.
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“Es una de las piezas más difíciles del repertorio por la gran gama de emociones que tiene y por el hecho de que cada nota no es una nota aislada, sino que está pintando una imagen de algo. Cada nota tiene su propio color, tiene su propio lugar en el lienzo y cada pincelada tiene su espacio en la pintura”, comenta St. Clair. “Las texturas entre ambos compositores son muy diferentes. Mendelssohn es muy clásico, pero se complementan mucho por sus diferencias y texturas”.
El concertino de la Sinfónica lo tiene claro. “La Sinfonía alpina es una obra monumental que requiere de una orquesta muy grande con muchos instrumentos de bronce y cuerdas. Siempre es un reto para cualquier agrupación interpretar esta famosa pieza”, asegura José Aurelio Castillo en un comunicado.
La última vez que la Orquesta interpretó este poema sinfónico fue bajo la dirección de Chosei Komatsu el 2 y 4 de junio del 2006. Diez años después, la bienvenida es grande y sentida.
“Strauss es uno de esos compositores que los músicos amamos porque es un gran compositor para orquesta. Escribe hermosamente para cada instrumento; todos tienen algo muy divertido que interpretar”, agrega St. Clair. “Hace que todos trabajen muy duro pero da mucho de vuelta. Algunas piezas requieren trabajo duro pero no devuelven tanto. Con Strauss, si se trabaja fuerte, se obtiene algo muy especial de regreso... algo que solo Strauss puede dar”, dijo.
Las funciones serán el 24 y 26 de junio en el Teatro Nacional. El viernes a las 8 p. m. y domingo a las 10:30 a. m. Las entradas tendrán un precio de ¢4.000 a ¢18.000, según la localidad.