En el libro Los sonidos de la bestia: la historia del Heavy Metal el autor Ian Christe alude a Black Sabbath desde el primer párrafo. Es decir, antes de ellos, no hay.
El texto es claro en que los sonidos más oscuros y espeluznantes que se hubieran escuchado en el rock surgen a partir del disco Black Sabbath , de 1970. Con solo un lanzamiento, el cuarteto había sembrado una semilla oscura y fértil.
La banda del 2013 es muy diferente a la de aquellos días, no solo porque uno de sus miembros no es parte de esta reunión estelar (el baterista Bill Ward no participó en el último disco ni en la gira), sino porque una carrera tan prolífica y legendaria no se le puede quitar de encima a nadie.
El grupo que tocó en el Estadio Nacional viene con ese peso incluido y, por ende, le sobra talento: Tony Iommy (guitarra) y Geezer Butler (bajo) reproducen los riffs , melodías y solos de antaño con una maestría, intensidad y peso aún mayores a las registradas en su momento en el estudio. La precisión, los matices y la energía vibrante de pasajes oscuros y densos dan un valor agregado a las canciones en directo. ¡Vaya mérito! En esta misión, se une el talento y juventud del baterista Tommy Clufetos, quien merece un capítulo aparte.
El músico, quien también ha tocado con Ted Nugent, Alice Cooper y Rob Zombie, dictó cátedra desde la banqueta. Un solo de cuatro minutos fue la cereza en el pastel en una participación que aportó fuerza, dinámica y energía al concierto completo.
Por su parte, Ozzy Osbourne es el frontman que se roba todas las miradas y se gana los aplausos con tan solo levantar los brazos, lanzar una de sus características risas macabras o balbucear el inicio de cualquier canción icónica de la banda. Tiene un gran manejo del público, es empático y hasta vacilón, pero el hombre que se ve en tarima es aplaudido por su legado, no por su desempeño actual.
Hay que ser realista, si Ozzy tuviera que cantar un tema de Black Sabbath en el juego Rock Band , fallaría en el intento. Desafinado en cada pieza y destiempado en más de un tema (en Black Sabbath , por ejemplo), el llamado Príncipe de la Oscuridad mantiene su principado únicamente porque su figura es vitalicia e irremplazable, pero su mérito radica en su aporte histórico.
A Osbourne se le siente una gran desventaja en rendimiento y estado físico en comparación con sus compañeros coetáneos. En cambio, Iommi se mantiene como el líder incólume que dirige el rumbo de la agrupación hasta el día de hoy. Gracias a él, Black Sabbath sigue de pie, ya que ha sido el único miembro presente en cada álbum y gira durante unas cuatro décadas.
En directo, Butler se lleva los elogios porque su interpretación de bajo es sólida y potente, y sobresale en parte gracias al impecable sonido que el martes permitió que se escuchara con precisión cada nota que emitió desde su grave instrumento. En la banda, la dupla de veteranos instrumentistas se mantiene tan vigente como eminente.
Aquella noche se escuchó solo material de los álbumes de Black Sabbath pertenecientes a la era de Ozzy . Era de esperarse que en el repertorio se ignorara lo que salió en los días de Dio , Ian Gillan , Tony Martin o Glen Hughes . ¿A alguien le hicieron falta? Probablemente no, ya que el nivel de las figuras históricas en tarima no permitieron que se extrañara a nadie.
Del álbum 13 (lanzado este año) solo se escucharon tres canciones: God is Dead?, End of the Beginning y Age of Reason, piezas que remiten al sonido del Black Sabbath de sus primeros días: temas largos y letras profundas que se tejen en un inquieto entramado de riffs bien construidos y grandes solos de guitarra en canciones como Fairies Wear Boots, N.I.B. , Into the Void o Dirty Woman .
Es esa la banda de la que Ian Christe cierra el capítulo uno y hace énfasis en que su trabajo ya está completo: “Black Sabbath es la base sólida de la cual surgió el heavy metal para la eternidad”. Costa Rica la tuvo enfrente.