Con una propuesta clara e intensa de Metro Chabacano (1991), aunque no siempre exacta en su complicada estructura rítmica, la directora mexicana Alondra de la Parra hizo su debut en Costa Rica con la Sinfónica Nacional en el quinto concierto de temporada oficial.
No obstante que la versión sinfónica me recordara El Salón México de Aaron Copland (1936), considero a esta pieza del también mexicano Javier Álvarez ubicada con comodidad en las coordenadas de las corrientes poliestilísticas de finales del siglo XX. La obra combina con éxito elementos incompatibles a simple vista: armonía neotonal aunque con profusión de disonancias, textura pulsativa de corte minimalista con intensa polirrítmia y fragmentación melódica; todo, dentro de una atmósfera propia del nacionalismo tardío, estilo todavía saludable en América Latina.
Fue sin embargo con la Primera Sinfonía de Mahler donde De la Parra pudo mostrar a cabalidad sus grandes dotes de intérprete y su capacidad formidable para, con la complicidad de una buena orquesta, extraer de la partitura toda la riqueza sonora que contiene. Ello pronostica, sin duda, mayores éxitos futuros.
La música de Gustav Mahler, y en especial su primera sinfonía, fue juzgada con dureza por muchos de sus contemporáneos, quienes la consideraron trivial y excéntrica. El mismo compositor ironizaba con la vulgaridad decadente de algunos episodios de su propia obra, cuando simplemente surgían en su imaginación y se imponían en la partitura.
Este proceso creativo, según Bruno Walter “una profusión de acontecimientos y pensamientos extraños pintados en la música, más que compuestos propiamente”, dio lugar a una creación tremendamente original, pero muy complicada para conformar un discurso coherente y mantener la atención del público durante sus buenos sesenta minutos.
En este contexto, la participación de Alondra de la Parra adquiere enorme valor, pues logra amalgamar toda esa profusión de ideas musicales en una estructura coherente, sin perder su frescura y color originales. Para ello utiliza una gran gama de gestos, algunos de enormes proporciones que parecen flotar sobre toda la orquesta y otros tan delicados como un pequeño movimiento de la muñeca o un gesto facial; todos, sin embargo, perfectamente comprensibles para los músicos que tiene al frente.
Tan original como la música de Mahler, la interpretación expresiva de esta joven directora produjo resultados excepcionales en la sección de cuerdas de la sinfónica que mostró un sonido totalmente diferente en el motivo dancístico del segundo movimiento.
Del mismo modo, fueron notables los pasajes de maderas del tercero y las intervenciones de los metales en el primero y cuarto. No es que no haya habido errores, desajustes o problemas de afinación; los hubo, pero perdieron importancia ante una interpretación en general emotiva y brillante como pocas en nuestro país.
No tan exitosa fue en cambio la participación en el concierto del viernes pasado de la pianista venezolana Ana Karina Álamo, quién a pesar de su sólido aparato técnico no logró obtener una buena calidad de sonido del Fazzioli del Teatro Nacional en una versión modesta del Concierto de Grieg en la que además hubo errores importantes y pasajes poco claros.
FICHA ARTÍSTICA
Concierto: V concierto de temporada oficial Orquesta Sinfónica Nacional
Lugar: Teatro Nacional
Fecha: Viernes 27 de mayo, 8 p. m.
Directora invitada: Alondra de la Parra
Solista: Ana Karina Álamo, pianista