La educación costarricense de la primera mitad del siglo XX fue de tan alta calidad, que forjó toda una generación de ilustres pensadores, científicos, artistas y literatos. Entre ese selecto grupo de intelectuales destaca la figura señera de Lilia Ramos (1903-1988). Ella estaba marcada por una vocación ardiente: su ideal de educadora. Aun cuando poseía tantos títulos, el único tratamiento que aceptaba era el de Maestra.
Esa vocación encauzó su vida por diversas vertientes que siempre confluían hacia el mismo río: el afán imperecedero de aprender, el interés auténtico por tantas disciplinas del pensamiento, la seriedad con que se imbuía en sus aventuras intelectuales, que cobraban para ella pleno sentido cuando las compartía generosamente con los demás.
Nunca creyó en la especialización. Para ella, una de los humanistas costarricenses más notables, el limitar el conocimiento a un solo aspecto representaba el perder la perspectiva universal y menospreciar el potencial intelectual del ser humano.
Ese gozo del conocimiento se refleja en su sólida y legítima erudición, que no era como la de aquellos que andan por ahí apropiándose de los juicios de unos cuantos ilustres, que repiten a manera de muletillas para deslumbrar a incautos, sino la verdadera erudición que dan el análisis, el sentido crítico, la investigación constante, la ponderación certera del juicio, la capacidad de profundizar en el objeto de estudio; en fin, lo que da la legítima inteligencia. De todo ello da cuenta la producción literaria y el comportamiento de su vida munificiente.
Lilia Ramos se graduó de maestra en 1922. La experiencia docente y el contacto continuo con los problemas que aquejaban a sus alumnos, la hicieron comprender que, para ayudarlos, debía enseñar antes a sus progenitores la grave responsabilidad de educar a sus hijos.
Fue así como, en 1924, fundó la primera Escuela para Padres que hubo en el país, que duró 40 años. En ella les enseñaba psicología infantil, literatura y lengua materna, ya que consideraba al lenguaje como el factor principal del conocimiento.
Labor humanitaria. Dada como era a emular a los grandes espíritus, con algunos miembros de dicha Escuela fundó el Club Victor Hugo, cuyo interés medular era el estudio de biografías, pero Lilia no se limitaba solamente a los datos biográficos, sino que incluía el ámbito histórico-social y cultural de los biografiados.
Esa labor se vio reforzada por la epistolomanía que, según confesaba, nació en su niñez y conservó toda la vida. Producto de esa pasión es Epístola en la rosa de los vientos, donde evoca a personajes interesantísimos a través de su correspondencia y de su biografía: Aretino y su amigo Tiziano; María Celeste, la hija de Galileo; Ninon de Lenclos, fundadora de la Academia de la Razón; Mariana Alcoforado, la de las supuestas Cartas portuguesas; el lexicógrafo Samuel Johnson; Mme. D’Épinay, cultísima mujer que mantenía correspondencia con Diderot, Voltaire y D’Alembert; José Artigas, Simón Bolívar, Victor Hugo, Wagner, Berliotz y otros tantos ilustres.
Como producto de su labor pedagógica con niños con limitaciones físicas y mentales, fue a estudiar Tiflología al New York Institute for the Education of the Blind y al Jewish Braille Institute for America. Sin embargo, esa labor humanitaria no solo se extendió a ciegos y amblíopes, sino a los niños abandonados, delincuentes, poliomielíticos, hijos de leprosos, deficientes mentales, con trastornos del habla, etcétera.
Ramos estudió Psicología en Columbia University y en Harvard University; Psicoanálisis en el Institute for Living (un hospital psiquiátrico con sede en Hartford, Connecticut), y en la New School for Social Research, obtuvo el Diploma de Auxiliar de Psiquiatría y Educación Terapéutica.
Lilia Ramos también estudió Psicología profunda en la Sorbona, con Jean Piaget (Escuelas Martenot y Asociación Montessori) y con eminentes psicólogos de Lausana, Ginebra y Barcelona. Trabajó en rehabilitación de menores con perturbaciones afectivas en el Hospital San Pablo de Barcelona.
En la juventud, estudió Lingüística, Latín, Griego y Esperanto bajo la tutoría del maestro Carlos Gagini, su amigo y mentor.
Lilia se nutría constantemente con el ejemplo de grandes lumbreras, a quienes consideraba los pilares de su vida: Frantisek Bakulé, Roman Rolland y Vasco de Quiroga constituían su “constelación fundamental”. Para regocijo y alimento del espíritu, amaba con verdadera pasión a Beethoven.
Mujer de valía. Lilia participó en sociedades culturales de Costa Rica y del extranjero: presidente vitalicia de la Asociación de Autores; cofundadora de la Sociedad Latinoamericana de Escritores, con sede en México, y del Instituto de Literatura Infantil y Juvenil, y primera presidente de FADECA (Federación de Asociaciones de Escritores de Centroamérica).
Lilia Ramos también fue representante de Letras Femeninas, de la Asociación de Literatura Femenina Hispánica, delegada del Internacional Board of Books for Young People de Viena, y miembro de muchas otras organizaciones científicas, filantrópicas, sociales, culturales y literarias.
En 1959, fue cofundadora y directora ad honorem por siete años de la Editorial Costa Rica. Editó libros propios y ajenos, así como la Colección Élite, compuesta de verdaderas joyas bibliográficas.
Ramos sigue siendo la única mujer a quien se le han conferido todos los máximos galardones de la Patria, y la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Magón de Cultura; el Aquileo Echeverría, el Carlos Gagini y el Fernández Ferraz. La Municipalidad de San José la declaró Ciudadana de Honor. También fue honrada con la condecoración Andrés Bello, otorgada por el Gobierno de Venezuela, y en 1991 se bautizó el Jardín de Niños Lilia Ramos.
Un libro que muestra su trayectoria intelectual es Fulgores en mi ocaso, en el que rememora a sus amigos: Alfredo Cardona Peña, Max Jiménez, Enrique Macaya Lahmann, José Basileo Acuña, Daniel Gallegos, Yolanda Oreamuno, Zillah Sasso, Carlos Gagini, Floria y Julieta Pinto, Rima de Vallbona, Jorge Vega, Alberto Zum Felde, Alejandro Finisterre, Juana de Ibarborou, João Guimaraes Rosa, Charles Baudoin, quien la hizo miembro del Instituto de Psicagogía y Psicoterapia de Ginebra, que él presidía; Jean Piaget, y muchos otros personajes.
Solidaridad fraterna. El temple y la fortaleza de Lilia eran inagotables: no se circunscribió a las ya considerables actividades mencionadas, sino que fue fecunda escritora de cuentos para niños, obras de psicología, antologías, ensayos biográficos y científicos.
Entre sus obras cabe señalar: ¿Qué hace usted con sus amarguras? (1948, 1957); Cabezas de mis niños (1950); Cuentos de Nausicaa (1952); Luz y bambalinas (1961); Lumbre en el hogar (1963); Donde renace la esperanza (1963); Almófar, hidalgo y aventurero (1966; 1988); Mensaje en claridad inefable (1969) y Júbilo y pena del recuerdo (1965).
Lilia Ramos es uno de los pilares más sólidos de nuestra cultura. Fue sencilla, altruista, con un gran amor por sus semejantes y un estoicismo probado muchas veces por el dolor y la ingratitud. De carácter apasionado en sus afectos y convicciones, solidaria, inclaudicable, nada la doblegó: ni la pobreza, ni la infamia, ni la enfermedad, ni la injusticia. Para vencer las adversidades tenía un recurso infalible:
“He vivido en una plenitud ardiente, aun en épocas sombrías: dramas hogareños, miseria, persecuciones... He saboreado regocijos compensadores al amar a Dios en el regalo de sus criaturas y en la bendición del trabajo. Así, he dispuesto siempre del amuleto para la conquista diaria de la felicidad” (Fulgores en mi ocaso).
Esta mujer singular trasciende con creces la concepción de elegida, según la concebía Romain Rolland, porque su ascenso a las cumbres no fue una acción solitaria, sino un acto de solidaridad fraternal con sus congéneres: “Pero nuestros elegidos son aquellos que se eligen a sí mismos. Los libres. Poseedores del gozo, pero no poseídos. Porque el objetivo está más allá del goce y más alto. El objetivo es la cumbre a la que hay que subir”.
La autora es doctora en Literatura del Doctorado Interdisciplinario en Letras y Artes en América Central, y ha sido catedrática en la Universidad de Costa Rica de diversos cursos; entre ellos, de griego, latín y mitologías.