La luz entra por las amplias ventanas para llenar de vitalidad las coloridas paredes y el arte sobre los platos. Se funde con los aromas y, sobre todo, con un crisol de sabores capaz de excitar los más refinados paladares.
El Taller Gastronómico El Punto, ubicado en Guachipelín de Escazú, tiene una máxima: para tener una verdadera experiencia culinaria, es necesario utilizar todos los sentidos y olvidar aquella idea de que la comida concierne tan solo al gusto.
“Cuando comes con los cinco sentidos, estás trascendiendo y alimentas no solo el cuerpo, sino el alma. No es una comida de trámite”, comenta Jimena Montesinos, copropietaria del restaurante que hasta hace dos meses se localizaba frente al colegio Blue Valley.
Ahora, en un nuevo local ubicado 150 metros al sur del centro comercial Distrito 4, el arte se convirtió en el complemento perfecto de la hora del almuerzo o de la cena.
Hay un salón monocromático contemporáneo; otro con una decoración más acogedora; un espacio para la mixología; una terraza al lado de los cultivos de hortalizas y especias que se usan en la cocina, y una mesa que atrapa las miradas más antojadizas: la de cocina fría, o en palabras más simples, la de los postres.
De acuerdo con Montesinos, la idea es brindar una experiencia completa al comensal, por lo que un pastelero o el propio chef, su hermano Rodrigo Montesinos, preparan los manjares a la vista de todos.
El cheesecake es uno de los platillos más emblemáticos del lugar. Fue diseñado por Rodrigo durante su estancia como sous-chef en el restaurante Kokoxta, en el País Vasco, galardonado con la estrella Michelin.
Pero antes de aventurarse con la cuchara, el paladar debe limpiarse de los sabores más fuertes de carnes o mariscos. La elección del chef Montesinos es una espuma de coco, sobre una cama de galleta de curry, rematada con helado de yerbabuena y limón.
También son insignes el salmón gravlax, con marinada noruega; las croquetas, suspendidas en un pincho metálico y envueltas por una nube de hielo seco; el lechón, una carne que se sirve tras 12 horas de cocción; o un gin tonic , esta vez con un toque de culantro y jalapeño.
“Queremos dar nuevas experiencias, con otras técnicas y otras texturas”, afirma el chef. “Lo que nos apasiona es ver que a la gente le movemos”.