La trompeta guardó silencio, la trompa estirada ya no le tirará besos a las muchachas lindas y la panza bailarina no hará más las delicias del público. La muerte se llevó a uno de los más grandes humoristas del país: la madrugada de este 10 de mayo recibió el último suspiro de Gorgojo.
Adolfo Montero Arguedas falleció en el hospital de Grecia, donde estuvo internado desde hace 11 días debido a complicaciones en su hígado, una enfermedad que arrastraba desde hace varios años, producto, como él mismo lo reconocía, de su adicción al licor. Tenía 71 años.
Pronto la noticia de la muerte del comediante tico recorrió las redes sociales y, amigos y admiradores rindieron tributo al talento de este humilde hombre (nacido en Sagrada Familia) como a él le hubiera gustado: recordando anécdotas y en una pura risa.
Hasta en sus últimos momentos de vida, Gorgojo supo que lo suyo era hacer reír a los demás. Hace un mes se reunió con su amigo del alma, el periodista Miguel Salguero y de ese encuentro el escritor lo que más recuerda son las bromas. “Apenas me daba media vuelta y ya estaba remedándome, así se la pasó todo el rato”, afirmó el comunicador.
Nacido en el humilde barrio de la zona sur de San José un 19 de octubre de 1943, Adolfo, el hijo de Jesús y Ángela, siempre fue pulseador. Su primer trabajo fue como mandadero en el Diario de Costa Rica , propiedad de Otilio Ulate Blanco, quien se convertiría en presidente del país en 1949.
“Don Otilio tenía la oficina en el segundo piso del diario y podía ver desde arriba el taller de impresión. Abajo, andaba de allá para acá un gordillo en carreras y don Otilio preguntó: ‘¿Quién es ese gorgojillo que anda ahí?’”, recordó Salguero. Ese fue el origen del mote que acompañaría al artista desde sus 10 u 11 años.
Gorgojo no se desligó de los medios de comunicación y en los años 60 se unió a la fuerza de empleados de La Nación , allí fungió como linotipista, profesión que le enseñó a amar el idioma.
“Yo conozco muy bien el idioma, la raíz, base, etimología y origen de nuestra lengua. Yo la he estudiado y además me gusta, me encanta”, se dejó decir en una entrevista radial.
Esto lo confirma su otro gran amigo, el productor Alfredo Chino Moreno, quien también caminó de la mano de Gorgojo durante muchos años. “Pasaba corrigiendo a la gente con cosas del idioma. Él tenía un cerebro prodigiosamente rápido, siempre tenía algo que decir”, comentó Moreno.
Inicios. El buen sentido del humor y la fisga siempre estuvieron presentes en la vida de Montero. Según recuerdan sus amigos, a él lo invitaban a las fiestas de los compañeros y siempre era el centro de atención: tocaba ollas y tarros para armar el baile y pasaba contando chistes (algunos pasados de tono, pero a todos les gustaban).
“Nosotros éramos compañeros en La Nación ; un día llegué al taller y vi un escándalo y una pelota de gente y adivine, era Gorgojo entreteniendo en el tiempo libre a los compañeros”, afirmó Salguero.
“Cuando lo invitaban a las fiestas no cobraba y más bien lo hacía porque le nacía, porque era así”, agregó Moreno.
La primera gran oportunidad de Gorgojo para hacerse famoso –porque lo fue– se la dio don Miguel. Cuando el comunicador le ofreció a Teletica grabar una serie de televisión que se llamaría Mi galera no pudo pensar en nadie mejor para interpretar a un divertido maestro que a su amigo Gorgojo.
“Grabábamos en Desamparados en la finca de Chepe Ureña”, recordó el humorista en una entrevista telefónica con La Nación , el año pasado.
Los contratos llegaron y llegaron. Gorgojo, sin saber de administración ni de negocios, se metió en el mundo del espectáculo y, con su talento para contar chistes, hacer imitaciones y hasta algo de música se hizo de una carrera artística.
“Él me pidió que le pagara unas clases de Música porque quería ser artista; lo hice, iba a aprender en San Sebastián... pero nunca aprendió”, dijo Salguero. Y gracias que no lo logró porque si hubiera sido un buen músico, nos hubiéramos perdido de la divertida trompeta que, al lado del grupo Llamarada, se encargaba de deshacer los mejores éxitos de la época de los 80 y 90.
“Somos el grupo Llamarada, tratamos de tocar Jugo e’piña y nos sale solo una tajada”, así presentó el comediante a su grupo musical en un show .
El éxito fue llegando. Se convirtió en una figura infaltable en las transmisiones de fin de año; Zapote y los toros también fueron su gran amor, y así la televisión le abrió las puertas. Trabajó en radio y tuvo su propio programa, también grabó dos casetes que hicieron las delicias de jóvenes y adultos con muchos, muchos chistes rojos. Los éxitos Gorgojeando y Gorgojo rojo se vendieron como pan caliente.
Al final. Así como era, sencillo, de pueblo, así es como lo recordará el imaginario costarricense.
Pero, durante los últimos años de su vida el comediante no la pasó bien y, alejado de las cámaras y los micrófonos, Adolfo se mantuvo luchando contra su enfermedad y la falta de trabajo.
Después de ser alcohólico durante 40 años, aproximadamente en el año 97 tomó la decisión de dejar la bebida, pero fue un poco tarde para él. El daño en su hígado ya estaba avanzado y desde el 2005 tuvo constantes visitas a los hospitales para su tratamiento.
En el 2007 fue víctima de un accidente: un carro lo atropelló y le quebró varios huesos.
A pesar de las desavenencias, Gorgojo siempre mantuvo su buen humor hasta sus últimos días. Aunque en el 2011 el Banhvi le regaló una casita en Alajuela, desde hace dos años Adolfo vivía en el hogar de ancianos José del Olmo en Naranjo, y allí vivió tranquilo y bien cuidado.
“Contagiaba de alegría a todos los adultos mayores del hogar. Cuando estaba en mejores condiciones de salud tomaba su trompeta y hacía un show en horas del desayuno”, dijo Ólger Salazar, administrador del lugar.
Las honras fúnebres de Gorgojo se llevarán a cabo este lunes a las 11 a. m., en la iglesia católica Medalla Milagrosa, en Heredia.
Colaboró Manuel Herrera.