Con argumento del francés Luc Besson, quien pierde originalidad cada vez que se mete con cine de acción violenta, la película 3 días para matar (2014), dirigida por McG, comienza con una balacera al uso, con cohetes y cachiflines como armas mortales y, desde el principio, se enreda con sus propios mecates.
Ahí nos enteramos que mientras el héroe, un agente de la CIA, inescrupulosa central estadounidense de inteligencia, debe barrer con el grueso de los “malos” de la película, en tanto, una bella y manipuladora agente solo debe matar al jefe de los terroristas, apodado el Lobo.
Se supone que a ella la escogen por eficaz, pero lo que hace es recontratar al héroe de marras, llamado Ethan, con bastante dinero y con unas inyecciones que él necesita para sobrevivir ante un cáncer que lo tiene tosiendo a cada segundo y que, según le dicen los médicos, lo va a matar en tres meses.
Esa delegación de trabajo de la agente hacia Ethan no tiene sentido dentro del filme, pero le permite al guionista Lec Besson y al director McG concentrarse en un solo personaje, Ethan, encarnado con todas las deficiencias y ausencias por un actor en pleno declive: Kevin Costner.
Al ver 3 días para matar , a uno le resulta medio difícil saber quién tiene la mayor culpa de su descalabro como filme, si es quien mata la vaca o quien le sostiene la pata. ¿Está en el guion, en el trabajo del director o en la posproducción? Tan mala es esta película, que allí no hay cara donde persignarse. Se trata de un “filmecidio” con responsabilidad colectiva.
Con guion incoherente, forzado como trapo para limpiar mesas en una soda y, lo peor, sensiblero, el trabajo del director McG nos recuerda aquel apotegma o refrán: “Quien no lo sabe hacer, no lo sabe disponer”. A dicho director no le veíamos nada tan de escasa calidad desde sus filmes Los ángeles de Charlie (2000 y 2003).
Con cara lastimera y nada más, a Kevin Costner le corresponde el papel de Ethan, agente que mata por encargo, con cáncer terminal y con tres meses de vida, lo que supone el fin de sus diligencias dentro del espionaje.
Cuando Ethan está a punto de ser aceptado nuevamente por su familia, lo contrata la chica de la CIA, de la que hablamos algunas líneas antes, para matar al Lobo, personaje siniestro y clandestino que, al final, coincide con Ethan en la más inocente fiesta colegial: ¿quién lo creería?
Lo peor logrado del filme es esa mezcla de vida familiar con acción violentísima, propia del espionaje. Por allí, la película busca dar entretenimiento con situaciones cada vez más absurdas o fuera de tino, como eso de que Ethan –enfermo– se marea solo cuando va a disparar (no es chiste mío).
Es fácil distinguir un pato dentro de un gallinero; igual, con 3 días para matar es viable darse cuenta que es cine de mala calidad, decepcionante y sin atractivo especial. Es cine inútil por tonto, como darle serenata a una yegua; sin embargo, para quienes insistan en ver este filme, pues… dicen que sarna con gusto no pica.