Atrevido en el color y la forma; explorador de lo antiguo y viajero en eterno proceso de aprendizaje. Así es Carlos Poveda, artista costarricense que recién ganó el Premio Teodorico Quirós del Museo de Arte Costarricense como reconocimiento por su amplia carrera.
El pintor, dibujante y escultor reside en Francia desde hace 15 años, y vivió 30 años en Venezuela. Sin embargo, siempre ha tenido un pie en Costa Rica, que fue su primera escuela.
“Recibo el premio con mucha alegría, aunque yo no sé cuál sería la palabra más apropiada: es como recibir una retroalimentación del país”, celebra Poveda.
En Costa Rica, se inició en el dibujo; en Venezuela, aprendió del paisaje. Desde hace varios años, sin embargo, se ha dedicado a repensar el tema del bodegón por medio de pinturas, esculturas de polietileno y otros materiales.
“Yo no obedezco a patrones estéticos ni técnicos tradicionales. Siempre estoy tratando de descubrir cosas nuevas”, afirma.
Desarrollo. “Profesionalmente, soy producto del Grupo Ocho. Ellos me conocieron en la década del 60 y fueron quienes me ayudaron a exponer”, recuerda Poveda.
Su trabajo de la época era una exploración de la figura humana. “Lo que hacía en ese periodo eran dibujos en blanco y negro, pero eran unos dibujos muy fuertes, expresionistas, hechos de manera personal con la parte de atrás de un pincel”, describe.
Según el artista, esa técnica le permitía realizar trazos fuertes y emotivos, que formaban figuras humanas que proyectan intensos sentimientos. Con ese trabajo llegó a Estados Unidos, donde vivió por varios años, hasta que arribó a Venezuela.
“Durante todos esos años, mi trabajo evolucionó – o lo hice evolucionar–. Como yo fui autodidacta, pasé del dibujo a la pintura, y de la pintura a la escultura”, dice.
Poveda llegó al bodegón, pero a través de este tema antiguo halló el camino para explorar temáticas novedosas. En la última exposición que realizó en Costa Rica, en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, recuperó la idea de los objetos de culto. “Tiene que ver con lo que el ser humano piensa del más allá, de las potencias que lo rodean, de la magia”, comenta.
Sus primeros bodegones eran platos con diversas comidas. “Llegó un momento en que de tanto hacer platos, me puse a pensar, que en casi todas las culturas antiguas, los seres humanos hacen ofrendas a sus seres queridos, dioses, llevan comida a los altares para que lleven al otro mundo”, explica. A modo de nuevos objetos de culto, claro, aparecen alimentos modernos.
Activo. “Sigo trabajando el tema de los objetos de culto. Curiosamente, dentro de los objetos de culto yo pensé y expuse en el MADC, tres figuras que tienen indirectamente que ver con la figura humana”, comenta.
Así, se vincula nuevamente con sus inicios. Tras sus experimentos, sin embargo, tendrán un componente de magia: se basan en la idea de los chamanes.