Luis Thenon luis.thenon@lit.ulaval.ca
Celebrar el 75.° aniversario de la Universidad de Costa Rica es celebrar su aporte constante y singular a las ciencias, a las artes y a la cultura del país. En este contexto, el Teatro Universitario se suma activamente al conjunto de actividades que se llevarán a cabo durante el año 2015 para celebrar este aniversario de una de las instituciones más prestigiosas del país.
Para ello, el Teatro Universitario se ha asociado con la Compañía Nacional de Teatro a fin de hacer posible, entre otras cosas, que una versión escénica de El proceso , de Franz Kafka , se presente en el Teatro de la Aduana.
En el año 2015 se cumplen también 65 años de actividad ininterrumpida del Teatro Universitario. Uno de sus mandatos ha sido el de abordar el inmenso repertorio del teatro universal.
Como sabemos, El proceso es una novela de Franz Kafka (1883-1924), pero muchos de los teatros más importantes del mundo la han adaptado para la escena. El texto original se escribió hace cien años, aunque se publicó en 1926, luego de la muerte de su autor. Desde su sorprendente vigencia estética y temática, El proceso nos convoca a un esfuerzo de reflexión sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Primeros pasos. Corría el segundo año de la Gran Guerra . En 1915, el mundo veía cómo se derrumbaba el orden conocido, y el horror imponía su cara más descarnada y triste.
El 28 de junio de 1914 se desencadenó la guerra; un día después, la primera referencia a El proceso apareció en los diarios de Franz Kafka. Así lo comentó José Saramago en el prólogo que escribió para la edición de Unidad Editorial de 1999: “Una noche, Josef K, hijo de un rico comerciante, después de una gran pelea…”. Continuó Saramago: “Sabemos que no es así como comienza la novela, pero el nombre del personaje principal –Josef K– ya quedó anunciado”.
En la novela La metamorfosis (este año se celebra el centenario de su publicación), una frase revela lo que sería la trama de El proceso , el texto que hoy forma parte del repertorio de obras fundamentales de la literatura del siglo XX : “[…] muchas veces es víctima de una simple murmuración, de una casualidad, de una reclamación gratuita, y le es absolutamente imposible defenderse puesto que ni siquiera sabe de qué lo acusan”.
En 1910, a los 26 años, Franz Kafka era un joven escritor ya conocido porque había publicado pequeños relatos. Doctor en derecho por la universidad alemana de Praga, Kafka realizó una pasantía obligatoria en un tribunal. En parte, este período de su vida le inspirará la escritura de Der Prozess ( El proceso o El juicio ).
Esa novela ha sido llevada al teatro numerosas veces y presentada en los más importantes escenarios del mundo, incluido el Festival de Avignon (Francia).
Diferentes adaptaciones han visto la luz a partir de la versión presentada en el teatro Marigny, de París, en octubre de 1947, y retomada en el Odéon, también de París, en octubre de 1961.
Nombremos las adaptaciones de Dominique Pitoiset y la reconocida versión firmada por André Gide y Jean-Louis Barrault. Merece también destacarse la versión presentada en 1979 en el Teatro María Guerrero, de Madrid, con la célebre adaptación de Peter Weiss. Podemos recordar también la adaptación cinematográfica de Orson Welles ( The Trial, 1962) y la versión con guion de Harold Pinter (1993).
Absurdo y misterio. Una madrugada, Josef K, subgerente de un banco, es bruscamente sacado de su descanso por dos guardianes. “Está en estado de arresto”, le dicen. Él ignora lo que ha podido suceder. Indignado, su proceso se le presenta como una gran farsa que no toma en serio.
Sin embargo, su idea de la justicia comienza a diluirse bajo una oscura niebla administrativa, y poco a poco se va perdiendo en los meandros de una estructura laberíntica.
Por mucho que impugne las acciones confusas de la corte, por mucho que intente comprender, el proceso sigue su curso. Inexorablemente, Josef K. se hunde en un mundo de tormentos psicológicos. Culpable de una falta que él desconoce, es perseguido por un sistema precursor de todos los desasosiegos del siglo XX, una máquina administrativa que se lo va tragando paulatinamente.
Kafka denuncia así lo absurdo de todo sistema inamovible, más allá del simple aparato judicial. Su personaje es acusado de un crimen que él ignora y juzgado según leyes que nadie puede explicarle. Abriendo continuamente nuevas puertas, solo logra encerrarse cada vez más sin que su inteligencia pueda impedir que la máquina lo destruya.
“La tragedia de Josef K es nuestra tragedia porque nuestra vida cotidiana está plagada de imposibles”, dice François Girard, quien dirigió una interesante versión escénica en Montreal (Canadá). Para Girard, la vida de Josef K es un enigma nunca resuelto, una cadena de situaciones siempre inacabadas, en las que se entrelazan las presencias de poderes invisibles o mostrados desde ángulos falaces que confrontan a Josef K con una permanente sensación de culpabilidad.
En el laberinto. La soledad se agranda; el mundo interior, expuesto a las miradas, se degrada continuamente mientras K deambula por oficinas imposibles y mundos habitados por personajes en constante doblez. El conjunto se construye sobre la imagen de un universo donde lo inesperado acecha al personaje en su larga trayectoria hacia la muerte, detrás de cada puerta, al borde de cada abismo.
Relatos fragmentados, los universos literarios de Kafka guardan hoy una extraordinaria potencia de actualidad estética, social y cultural.
En El proceso , el mundo se presenta como una serie de espacios interconectados que se contienen los unos a los otros.
El proceso es un precursor de la literatura de fines del siglo XX, y nos convoca a una intensa reflexión sobre nuestro presente, sobre el mundo en el que vivimos; nos introduce en la infinidad de senderos tortuosos a los que nos enfrentamos a diario.
Hay un “voy a ver” que en realidad esconde un “no sé” en apariencia inocuo; un “qué pena” que deja todo sin contestación; una puerta que lleva a otra puerta; un “quizás” que lleva a una negación, y esta negación nos devuelve a un “quizás” inacabable.
Laberinto de voces, de hojas escritas que se suman en una masa inmensa de palabras inútiles y de violencias silenciosas, el mundo de Kafka borra los inexactos límites del tiempo y nos deja allí, frente a un espejo que no refleja ninguna imagen, que no responde a las innumerables interrogantes de nuestras vidas. El vacío es la única respuesta a las preguntas más simples.
Ese “no sé” se acumula, y ese “qué pena” nos deja al borde del abismo de nosotros mismos, mirando la indiferencia de un mundo que se deshace a nuestros pies mientras se acumula el polvo interminablemente sobre los objetos inservibles.
El autor es profesor de la Universidad Laval, Québec, Canadá
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