Llevo varios años viviendo en Europa, y Berlín era la ciudad que más ganas tenía de conocer: ciudad de arte, cultura y creatividad. Es una ciudad de movimiento callejero, de mezcla de culturas, de idiomas, de música al aire libre, de grafitis, de mercadillos por doquier, de buena cerveza, de historia.
Berlín se reconstruyó sobre las huellas del odio, el racismo y el exterminio que marcó nuestra historia hace tan sólo 60 años. Berlín no quiere ser recordada como tal, pero al mismo tiempo tiene la necesidad de honrar el derecho de la vida digna.
En el año 2005 se inauguró el monumento que hace recordar el Holocausto, del arquitecto Peter Eisenman: Denkmal für die ermordeten Juden Europas (Monumento a los judíos de Europa asesinados ). Recuerdo la primera vez que vi una foto de este lugar: me parecía precioso y silencioso; realmente deseaba poder sentarme allí y caminar por sus alrededores algún día, y ver si la sensación que me daban las fotos me lo daba también el lugar.
El monumento consta de 19.000 m2 y 2.711 columnas de hormigón de diferentes alturas mezcladas con pasillos. Las columnas lo hacen a uno caminar y perderse entre ellas; son columnas más altas que uno mismo, por lo que nos obligan a ver el cielo y a buscar una salida. Es un lugar al aire libre, pero da la sensación de no llegar a serlo en momentos. Se recuerda así a unos cinco millones de judíos que fueron asesinados.
Cuando llegué a Berlín, fue el primer lugar al que quise ir, y no fui solo una vez; quería repetir, debía repetir.
Una vez que uno se adentra en el interminable laberinto de hormigón, se obliga a tocar las frías columnas, a pensar en el simbolismo que estas tienen, a preguntarse cómo el ser humano llega a sentir tanto odio. Las columnas te obligan a caminar, a detenerte, a observar, a necesitar espacio, a buscar una salida: a caminar ya correr.
“¿Cuándo se nos concederá el privilegio de respirar aire fresco?”, escribió Anna Frank. Fue así como quise representar este lugar, con movimiento, con asfixia. Para la fotografía, técnicamente usé una velocidad baja y empecé a caminar, a moverme, a buscar compañía.
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