En la Galería Nacional, el agua se mezcla con los pigmentos para darles vida a bellas imágenes que pintan los lazos de amistad entre dos culturas de notable tradición artística: la costarricense y la japonesa.
Estas coloridas gotas de arte confluyen en la exposición Costacuarela internacional, que ofrece 50 obras en un mar de color, delicadeza y expresividad.
La muestra es organizada por Asociación Costarricense de Acuarelistas (ACA) y reúne las piezas de sus 30 asociados y de 13 miembros de una asociación de artistas plásticos de Kyushu, Japón. Esta es la primera vez en las once ediciones de Costacuarela que participan pintores extranjeros.
“Además de ser una ventana al arte costarricense, la exhibición brinda al público la posibilidad de conocer la cultura y la estética japonesas”, afirma Herberth Bolaños, presidente de la ACA.
Si bien en la exposición se incluyen obras de todos los asociados, hubo un proceso de curaduría para asegurar la calidad. “Se pidió a los miembros que entregasen tres obras y se eligió la mejor. La ACA creó una comisión que curó la muestra”, explica Hannia Ruin, acuarelista que forma parte de la asociación. El gremio de Kyushu seleccionó los cuadros japoneses.
Con sus exposiciones anuales, la ACA trae aguas frescas al mundo de la acuarela. “Muchos artistas costarricenses tienen un manejo muy tradicional de la técnica de la acuarela. La asociación quiere dejar eso atrás. Se procura elaborar obras que lleven consigo un proceso de investigación arduo y que sean innovadoras”, dice Ruin.
Agua y color. La acuarela nació junto al papel en China cerca del año 100 a. C., y desde entonces son amigos inseparables. “Tradicionalmente se pinta sobre un papel especial hecho con algodón. Se utilizan pinceles de cerdas que suelen ser de pelo de marta roja, aunque también los hay sintéticos o mixtos”, manifiesta Dunia Molina, vicepresidente de la ACA.
En los mares de Costacuarela hay mucho que ver: retratos, paisajes costeños y rurales, bodegones y piezas abstractas que seducen como canto de sirena. El manejo de la acuarela también es diverso con la utilización de varios tipos de papeles, la mezcla del delicado pigmento con tintas o el acrílico, y la presentación de obras que se aburren en dos dimensiones y prefieren lucirse en tres.
De forma inevitable, las pinturas de los acuarelistas costarricenses se tiñen de múltiples colores. Tal es el caso de los paisajes Atardecer dorado , de la reconocida Ana Cristina Oreamuno, y Tarde de enero , del talentoso Juan Carlos Camacho. Ambos pintores se aprovechan de las vivas tonalidades de la naturaleza para retratar los singulares panoramas de Costa Rica.
El llamativo cromatismo también fluye por los bodegones, como en el caso de las orquídeas pintadas por Dunia Molina y Livia Isabel Gutiérrez, y en la quietud de la madera representada en Sámara, de Ana Elena Fernández.
A su vez, el color se diluye hacia lo abstracto en la pieza Paso volátil , de Flora Zeledón, que muestra a una bailarina cuyos movimientos se pintan en carmesí. También destaca Ronda , de Luz María Durban, una pintura etérea de tres niñas que juegan en un lugar indeterminado, como una memoria desvaneciéndose.
Algunos acuarelistas costarricenses se han preocupado por hacer que los colores de sus pinturas resalten. Ejemplo de esto es Efecto óptico , de Herberth Bolaños, una pintura abstracta que combina el uso del papel y rollos de tela para crear un efecto tridimensional. Otro caso notable es Despuntando café, de Jorge Fallas, representación de unos granos de café que resaltan debido a unas protuberancias en el soporte.
Al igual, los experimentos están presentes en las pinturas niponas. Sobresale Poema , de Honda Takashi, un cuadro abstracto donde predomina el negro y que utiliza la técnica Sumi-e (la mezcla la acuarela con la tinta china) sobre dos soportes distintos: el papel y la seda.
Por su parte, Morita Kazuyoshi combinó la fotografía con el agua y el pigmento en la obra Plegaria , un melancólico retrato de una monja que oculta una historia de devoción y sufrimiento.
La estética tradicional japonesa puede apreciarse en Lirio , de Ikeda Kazuko, una representación minimalista de una bella flor pintada en papel de arroz, que brinda una apariencia antigua a la obra.
La aventura de navegar por Costacuarela nos lleva por aguas coloridas y experimentales que unen dos culturas separadas por un océano. Es un viaje a través de la belleza de un arte milenario que sigue viento en popa.
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Marineros del arte. Los artistas costarricenses que participan de la muestra son Luis Chacón, Hannia Ruin, Mario Maffioli, Gisela Stradmann, Ana Laura Vargas, Jorge Fallas, Grace Herrera, Ana Griselda Hine, Fabio Herrera, Max Rojas, Walter Herrera, Ana Cristina Oreamuno y Juan Carlos Camacho.
Además, se encuentran cuadros de Cecilia Pastor, Margarita Gómez, José Miguel Yglesias, Thelma Victory, Ana Elena Fernández, Herberth Bolaños, Silvia Monge, Cristobal Lui, Hugo Sánchez, Xinia Matamoros, Luz María Durban, Sonia Vargas, Flora Zeledón, Luis Paulino Delgado Jiménez, Livia Isabel Gutiérrez, Lila Herrera y Dunia Molina.
Por otra parte, los pintores japoneses son Honda Takeshi, Kazunobu Yanagi, Yuji Shinomiya, Asada Kaoru, K Yanagi, Nobuyoshi Kano, Mitsuru Kuroki, Katsuhiro Ito, Kitada Akiko, Isa Masayuki, Ami Yanagi, Reiko Horimoto, Morita Kazuyoshi y Kumiko Kuroda.
Visite la belleza del agua y el color. Costacuarela internacional se ofrecerá hasta el 30 de octubre en las salas VII y VIII de la Galería Nacional (Museo de los Niños, San José). Horario: de lunes a viernes de 8 a. m. a 4:30 p. m.; sábados y domingos de 9:30 a. m. a 5 p. m. La entrada es gratuita. Teléfono: 2258-4929.