27-10-2013. Hora: 10:15 a.m. Encuentro de Mascaradas realizado en las principales calles de Aserrí. Fotos: Mayela López
Una señora alta, muy alta, y vestida muy elegante se tiró a pista con el policía del pueblo para bailar un rico merengue. Cerca de ellos, una bruja y la Segua hacían de las suyas moviendo los hombros y las caderas al ritmo del reconocido farafarachín .
El sonido que salía de los trombones y de las trompetas de más de 20 cimarronas que participaron ayer domingo en el Encuentro Nacional de Mascaradas, fue el culpable de provocar escenas como las anteriores en una pista de baile muy particular: las calles del cantón de Aserrí.
Hasta la mejenga del barrio, que se jugaba en la plaza del pueblo, se vio afectada por las travesuras de un diablo, vestido de rojo intenso, que se metió a tratar de tirar un penal que nunca pitó el árbitro.
Al inicio del fiestón, don Juan Jiménez, vecino de Santa Ana, afinaba su clarinete para que “sonara bien bonito” durante la interpretación de La domingueña o de El brinco del sapo . Aunque sea “música para vacilar y para que bailen las mascaradas, debe sonar bien profesional”, explicó el artista de 64 años y quien desde hace 50 aprendió a tocar las tonadas más populares para entretener a los chiquillos que buscan burlarse de los payasos y así provocar la salida de tremendas correteadas.
Este domingo, una de las tradiciones más arraigadas del pueblo costarricense celebró la edición número 16 del Encuentro Nacional de Mascaradas, en el marco de la Feria del Tamal en Aserrí. Gracias a diferentes mascaradas, los vecinos de este cantón de San José y cientos de invitados vivieron al máximo sus recuerdos de infancia al ritmo de tambores y trompetas.
Incansables. No hubo un momento de descanso: las más de 20 agrupaciones de mascaradas que llegaron desde Heredia, San José, Santa Ana y el propio Aserrí; no dudaron en hacerse notar durante los 500 metros de recorrido a puro brinco, salto y explosión de adrenalina cuando sonaba la música.
“Hay que tener muy buena condición física porque la bailada y las carreras exigen mucha fuerza y resistencia. Es una emoción y una gran adrenalina”, comentó Michael Badilla, de la Mascarada Escazuceña, antes de ponerse sobre la cabeza de un duende muy extraño.
Artistas. Las ideas variopintas plasmadas en papel periódico, sacos de cemento o, los más finos, en fibra de vidrio fueron la parte más llamativa del desfile.
Hubo de todo: desde las mascaradas tradicionales, como la giganta, el policía, la bruja y el diablo, hasta las creaciones más complejas y originales, como la de un gallito pinto (sí, el ave) que se mostró pícaro con las muchachas guapas que asistieron a la fiesta.
Los invitados especiales a este gran baile callejero también sorprendieron al público.
Ahí no hubo clase ni color político, tanto bailó el expresidente Rafael Ángel Calderón Fournier (su máscara) como la reconocida y querida doña Merry, que, además de andar haciendo entrevistas, se ganó unos cuantos cinquitos limpiando los parabrisas de los carros que pasaron cerca del bailongo.
La fiesta fue completa; todos vacilaron: los músicos, los mascareros, los bailarines y el público.
El cierre de la Feria del Tamal se hizo por todo lo alto y combinó dos de las tradiciones que más gustan en el pueblo tico: los tamales y las mascaradas tradicionales.