A los 15 años, Elieth Forrester Hernández tenía ya dos hijos. La primera la trajo al mundo a los 13 y la segunda fue su regalo de los 15.
Más de medio siglo después, ya no con dos sino con cuatro muchachos, Elieth asistió ayer a su “fiesta de 15” con un doble propósito: disfrutar de aquella celebración que no pudo tener debido a su maternidad temprana y la pobreza en que se hallaba, y festejar que volvió a nacer.
Su segundo nacimiento sucedió hace año y medio, cuando los médicos del Hospital Nacional de las Mujeres le quitaron la mama derecha para salvarla de un cáncer.
Después de seis ciclos de quimioterapia y una prótesis, la encontramos de fiesta junto a otras 200 sobrevivientes de cáncer de seno, como ella.
Para todas estas mujeres, la de ayer fue su primera fiesta de 15 años y la más grande celebración de la vida en que han participado desde que vencieron el cáncer.
Turbantes, sombreros y pañoletas para tapar las cabezas sin cabello. Pelo recién nacido y rebelde, como suele suceder después de la quimio... Bajo las blusas, todas llevan la cicatriz en el pecho como marca de la guerra que han librado.
El escenario, la música, la comida, el regalo y el queque estuvieron a cargo del Hospital Nacional de las Mujeres, que tiene un programa de rehabilitación integral y brinda seguimiento a las sobrevivientes de cáncer de mama.
Toda la actividad tuvo el apoyo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Otras. Hace año y medio, Elieth Forrester se convirtió en uno de los 1.000 casos nuevos de este tipo de cáncer que se diagnostican anualmente en el país.
Ha vencido a la muerte, una suerte que no corren alrededor de 400 mujeres que fallecen cada año por esta causa.
Hasta hace poco, la mortalidad era mayor. Con los esfuerzos nacionales para promover la detección y el tratamiento tempranos, hoy, de cada diez enfermas, ocho alcanzan y superan el límite de cinco años de sobrevida. Ese indicador sube a nueve en el Hospital de las Mujeres.
Etelvida Hernández Mena estuvo entre esas 200 festejadas ayer. Era la mayor de todas: con 83 años, se enfrentó en el 2010 a la amputación de su mama derecha. A Etelvida se le realizó una mastectomía radical (extirpación total del pecho).
Vive en El Llano de San Miguel de Desamparados, en San José, junto a su hija y cuidadora, María Elena Hernández.
“Nunca tuve fiesta porque trabajé toda la vida. Fui cocinera”, contó con ayuda de María Elena, porque quedó sorda por el tratamiento contra el cáncer.
Aún soporta el dolor en el brazo derecho, del mismo lado que perdió el pecho. Con ayuda de rehabilitación y de un sostén con prótesis, Etelvida ha logrado tener balance al caminar.
Blanca Boza es la enfermera que coordina el programa de rehabilitación al cual asiste esta señora.
En medio de los apuros para asegurarse de que la fiesta saliera perfecta, Blanca contó que muchas de esas pacientes enfrentan el abandono de su pareja (se da en el 20% de los casos) y el golpe psicológico por la pérdida del pecho.
Marielos Zúñiga Solís, de 57 años, lleva dos de haber sido operada de la mama izquierda. Conoce bien lo que significa reescribir la vida después del cáncer.
“Se me cayó el pelo, y el hígado y los huesos salieron perjudicados con la quimio. Sí, he llorado mucho, pero hoy soy más sensible a las cosas de la vida”, reconoció.
Elieth, Etelvida, Marielos y las otras “quinceañeras” seguirán la celebración hoy, cuando despierten y den gracias por el regalo más preciado: un día más de vida.