Las cenizas que expulsó el volcán Turrialba entre mayo y julio pudieron haber incidido en la oleada de enfermedades respiratorias que afectó a cientos de bebés durante los primeros meses de este año, principalmente en el Valle Central.
Esa es la sospecha de Olga Arguedas, directora del Hospital Nacional de Niños (HNN), quien se ha dedicado a buscar explicaciones para lo que califica como un año “muy atípico en lo que a enfermedades respiratorias concierne”.
En la primera mitad del 2016, los internamientos de menores por esa causa aumentaron un 180% con respecto al 2014, cuando ocurrió el último pico de males causados por el virus sincitial.
Ante la falta de evidencia que señale algún factor de virulencia diferente (un cambio en el comportamiento del virus que lo haga más agresivo), las autoridades se inclinaron por evaluar posibles causas ambientales.
“Hay dos factores en particular: un inicio precoz y un poco desorganizado de la estación lluviosa, y el segundo, que no podemos pasar por alto porque tiene muchísima factibilidad científica, es la presencia de ceniza volcánica en el ambiente”, señaló Arguedas.
La jerarca explicó que la ceniza ocasiona que “unos pelitos que tenemos en la vía respiratoria”, los cuales deben sacar los virus y las bacterias del organismo, no funcionen correctamente.
Sin estudios. De momento no hay investigaciones que confirmen o descarten una relación de causa-efecto entre las erupciones y el incremento en los males respiratorios en niños.
María Martínez, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), explicó que sería necesario determinar la procedencia y la cantidad de las partículas presentes en la atmósfera durante los meses más críticos.
Ello debido a que, además de las expulsiones del Turrialba, el 29 de junio ingresó al país una nube de polvo procedente del desierto del Sahara, en África.
No obstante, la especialista señaló que algunos componentes de la ceniza son tan finos que llegan a la sangre y, según la exposición, efectivamente podrían causar padecimientos.
El material que expulsó el volcán quedó concentrado en el Valle Central, pero también se registró su presencia en lugares como Puntarenas, Orotina y Atenas.
Apuros. Durante el pico de enfermedades respiratorias, el país registró 15 muertes de bebés menores de un año, o niños mayores con condiciones crónicas previas. Además, otros 593 pequeños tuvieron un alto riesgo de fallecer, pero se pudieron recuperar.
La emergencia saturó los salones del HNN, el cual, durante junio y julio, llegó a tener el 100 %de sus camas ocupadas, muchas de ellas con pacientes críticos.
La saturación no fue generalizada en todos los centros médicos del Valle Central. Clínicas como la Clorito Picado, en Tibás, y la de Coronado, no reportaron un aumento en la cantidad de pacientes con males respiratorios que usualmente atienden en esa época, según los directores médicos de esos centros de salud.
“Cuando se dieron las erupciones y nos cayó bastante ceniza, nosotros pusimos la alerta de conversar con la gente y decirle a los compañeros que pusieran atención, por si había un incremento en los casos que nos llegaban. Pero eso no pasó”, contó Zeirith Rojas, director del Área de Salud de Coronado.
Usualmente, el pico de males respiratorios en el país se da en setiembre y octubre, por lo que Arguedas instó a los padres a extremar la prevención para evitar contagios en los niños.