Isolina Rojas Vegas y su compañero sentimental, Henry Marvin Artavia, acababan de llegar al centro educativo en el que iban a emitir su voto cuando les avisaron que su casa estaba siendo consumida por un incendio.
Regresaron, sin votar, al precario Meco, situado kilómetro y medio al norte del hospital de San Carlos. Ahí vieron su casa y tres más reducidas a escombros por el fuego.
Aparentemente, la brisa fuerte contribuyó a que las llamas se esparcieran y destruyeran su casa de madera, otras dos viviendas y una granja con 30 pollos.
“Antes de ir a votar, verifiqué que la cocina de leña estuviera apagada”, dijo Artavia.
Probablemente nadie pudo haber evitado que el fuego –que se declaró aproximadamente a las 10:20 a. m. de este domingo– avanzara. El precario donde viven desde hace 15 años junto a otras 14 familias no tiene servicio de agua potable, salvo una llave pública que les dio la municipalidad.
De sus pertenencias, lo único que les quedó a este cuidacarros y a esta vendedora ocasional de frutas fue la ropa que llevaban puesta.
Sin embargo, y pese al dolor que sentía por haber quedado en ruinas, decidieron volver a la escuela para votar.
“Lo hice porque es un deber ciudadano”, dijo Rojas, quien depositó su voto, entre lágrimas, en la junta número 2.997.