Son las 10:48 de la mañana del día después de Navidad y el expresidente Miguel Ángel Rodríguez sale al patio de su casa sonriendo, con la absolutoria que lo declara inocente de la acusación de instigador de corrupción agravada y un mensaje de perdón a sus acusadores.
El expresidente, rodeado de sus abogados y junto a su esposa, Lorena Clare, habla en tono suave y reitera su llamado al perdón.
“Yo en este momento lo que tengo es deseos de perdón, de que Dios a todo el mundo lo perdone. Hoy es el día de san Esteban, el primer mártir cristiano. Cuando a san Esteban lo estaban apedreando, dijo: ‘Señor, perdónalos’. Hoy estamos recordando eso”, dijo.
Afirma que, por ahora, no piensa en demandas. Algunos periodistas insisten, pero él responde que por ahora no piensa en eso.
Poco después dirá que espera que el Ministerio Público no repita una acción como la investigación en su contra por el caso de la adjudicación de 400.000 líneas celulares a la francesa Alcatel en el 2001 y su abogado dirá que la absolutoria es un “regalo del Niño (Dios)”.
Rodríguez, condenado a 5 años de prisión por instigación y a 12 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos en el caso ICE-Alcatel, es inocente pues así lo dictaminó el Tribunal de Apelaciones en noticia que trascendió el viernes.
Alguien le pregunta qué mensaje envía a quienes lo acusaron y la respuesta se da en el mismo tono conciliador, pero sin olvidos.
“A los que me involucraron, a los que inventaron prueba, a los que me metieron a la cárcel ilegalmente, a los que me detuvieron ilegalmente en el aeropuerto (...), a todos esos lo que les mando a decir es que los perdono, que es un capítulo que ya pasó, que ojalá no le hagan esto a nadie más”, expresó.
El mismo pero diferente. Rodríguez acepta que el proceso que vivió y que le costó su puesto como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) lo hizo crecer como persona.
No es el mismo, aunque a primera vista pareciera que lleva el mismo traje, con el mismo tono de gris de delgadas líneas blancas, el mismo blanco en la camisa y el mismo negro en la corbata con la que ocho años atrás bajó de un avión esposado, acusado por la Fiscalía.
Desde entonces, ha contado los minutos: “Volví a Costa Rica y solo ocho años, dos meses, seis días y dos horas después de mi llegada, encontré lo que venía a buscar: la justicia. Fue una larga espera, pero valió la pena”, dijo Rodríguez.
Luego recordó la decisión tomada en una “noche muy triste, en un hotel de un cuarto en San Juan, Puerto Rico, cumpliendo con mis tareas de secretario general de la OEA”, de enfrentar su caso.
Rodríguez insiste en sonreír y en ratificar su perdón. También es claro al responder que no tiene interés de participación política alguna en el proceso electoral que ya rompe fuegos en el país y tiene palabras de agradecimiento para los medios de comunicación que lo apoyaron.