Siete de cada 10 estudiantes han sido testigos de burlas, robos y maltratos entre compañeros de clase, aun cuando el profesor está presente.
A esa conclusión llega el estudio del Estado de la Nación denominado Violencia en los colegios: características, factores explicativos y efectos , realizado mediante encuestas a 801 alumnos del país, en el 2012.
Entre los pupitres, hay tres estudiantes que todas las semanas son el blanco de chotas y golpes.
“Los daños a bienes son más comunes en sétimo año. Además, en colegios técnicos se cuantifican más testigos de los tipos de violencia menos comunes entre estudiantes, como amenazas y hostigamiento, agresiones con armas y peleas o golpes”, concluye en el estudio, la investigadora Valeria Lentini.
Para Sonia Parrales, del Colegio de Profesionales en Orientación, el docente tiene el deber de no perder el control de las clases.
Al orientador y las autoridades del colegio corresponden velar por la conciliación.
“La solución no es aislar al estudiante de la clase, sino ver de qué forma se puede solucionar el conflicto”, explicó Parrales.
De acuerdo con la encuesta, las víctimas frecuentes sienten menos apoyo de los profesores.
Ellos, agrega el estudio, notan una mayor ausencia de los docentes en el recreo y consideran que los compañeros, que son testigos, más bien incitan aún más a la violencia en el aula.
“Me golpeaba con una bola para que los demás estudiantes se burlaran de mí. Los profesores sabían, pero nunca hicieron nada”, señala la estudiante guanacasteca, quien fue víctima de bullying en el Colegio Técnico de Cartagena, Guanacaste, en el 2012.
Ese mismo año, el Ministerio de Educación Pública (MEP) comenzó la distribución del Protocolo Integrado para la Atención de la Violencia en los Centros Educativos.
Se trata de una guía para el diagnóstico y la intervención en casos de violencia, que deben aplicar directores y docentes.