Un improvisado rótulo en la farmacia Sucre, en Tibás, anunciaba: “Mascarillas agotadas”.
Ese es solo un ejemplo de cómo las erupciones del volcán Turrialba alteraron ayer la cotidianidad del Valle Central.
Desde las 3 p. m. se terminaron, en esa farmacia, las 100 mascarillasen inventario.
“Apenas empezó a aparecer la ceniza fue cuestión de minutos para que se acabaran las mascarillas”, comentó la farmacéutica Grettel Brenes.
Agregó que la farmacia decidió realizar ayer un pedido de emergencia de estos artículos.
“Nos respondieron que tenemos que esperar para ver cuántas cajas nos pueden dar”.
En Moravia, la dirección de la Escuela Porfirio Brenes decidió suspender las clases y enviar a sus 500 alumnos antes de tiempo a sus casas.
“Fue una decisión interna (...). Hay muchos niños que son asmáticos; empezaron a reportarse niños con los ojos rojos, la nariz roja y el viento está soplando mucho y uno ve los remolinos de ceniza en los patios”, explicó María Isabel Sánchez, asistente de la Dirección de ese centro educativo.
Para enviar a los menores a sus hogares, la escuela tuvo que coordinar con los transportistas para adelantar el servicio.
La escena era atípica. Filas de niños tapando sus ojos y bocas con pañuelos, abrigos o gorras mientras abordaban los microbuses. “Los niños preguntan qué pasó y por qué nos vamos”, agregó la funcionaria.
En la Escuela de Dulce Nombre de Vázquez de Coronado no se suspendieron lecciones, pero muchos padres se presentaron a preguntar por sus hijos.
En las calles de Moravia, Vázquez de Coronado y Goicoechea el cuadro era repetitivo: peatones caminando agachados, conductores limpiando sus vehículos, comerciantes sacudiendo mercadería y curiosos sacando fotografías para registrar el momento o compartirlo en redes sociales.
Para los transeúntes, cualquier objeto a mano fue bueno para evitar que la ceniza en sus ojos. “Noté la ceniza cuando salí de la casa, es bastante molesto; siempre salgo de la casa con un sombrero por el sol, pero ahora me sirvió para que la ceniza no me caiga en la cara”, dijo Beatriz Ureña, vecina de Jardines de Moravia.
José Sandí, sacristán de la parroquia de San Rafael de Calle Blancos, Goicoechea, dedicó la tarde a retirar ceniza volcánica del altar y las bancas.
“Estamos limpiando porque en la noche siempre hay misas; en la casa cural también entró mucha ceniza”, dijo Sandí.
Los vientos del día fueron propicios para la expansión de la ceniza. Las ráfagas llegaron en el Valle Central hasta 80 kph, ocasionadas por un sistema de alta presión, reportó el IMN.