En su momento de mayor presencia mediática, Martin Shkreli fue lo más parecido a un supervillano salido de una película o un cómic.
Shkreli, de 34 años de edad, fue bautizado como el hombre más odiado de Estados Unidos en setiembre del 2015 cuando la compañía para la que trabajaba, Turing, adquirió los derechos para producir el medicamento Daraprim –un fármaco necesario en los tratamientos de ciertos pacientes son sida– y aumentó su precio en un 5.000%; la medicina pasó de costar $13,5 por pastilla a $750.
En diciembre de ese año, Shkreli fue detenido por las autoridades, que lo acusaban de varios cargos por fraude durante un trabajo anterior como gestor en la empresa MSMB Capital y director de la compañía farmacéutica Retrophin.
El hombre más odiado de Estados Unidos se declaró inocente y quedó en libertad, luego de cancelar una fianza multimillonaria.
El mes pasado, sin embargo, la justicia lo declaró culpable de tres acusaciones de fraude –lo exoneró de otras cinco, eso sí–; se espera conocer su sentencia en enero próximo. Sin embargo, su más reciente enfrentamiento con la ley nada tiene que ver con sus juicios por fraude, sino con Facebook y el cabello de Hillary Clinton.
Una jueza ordenó poner tras las rejas a Shkreli luego de que este publicó un mensaje en Facebook ofreciendo $5.000 a quien le consiguiera un mechón del cabello de la excandidata presidencial demócrata.
El mensaje fue publicado el pasado 4 de setiembre, justo después de que Clinton comenzara una gira promocional de su más reciente libro, titulado What happened , una crónica de su derrota en las elecciones presidenciales ante Donald Trump.
La juez consideró que el mensaje de Shkreli constituía un peligro para la ciudadanía, rechazando sus argumentos de que sus palabras estaban amparadas por la libertad de expresión.
Shkreli había manifestado, en su defensa, que la publicación –que por supuesto desapareció de su cuenta– fue escrita en tono satírico.
Su abogado, Benjamin Brafman, dijo que estaban decepcionados con la decisión judicial pero que tendrán que resignarse a su cumplimiento.