"Escuchamos palabras y más palabras, pero aún no hemos visto nada", comenta fatalista Fuad, una de las decenas de miles de personas que se quedaron sin techo en Gaza debido a la guerra con Israel.
Un años después de ese sangriento y devastador conflicto y ante la falta de reconstrucción Fuad Abu Asser, de 54 años, decidió reparar él mismo su casa.
Se trata de un singular ensamblaje en medio de los escombros en el que Fuad ha mezclado elementos prefabricados con los muros que quedan en pie de lo que, durante 30 años, fue su casa familiar.
"Vivo con mi mujer y nuestros hijos en la planta baja de una vivienda prefabricada, y mis hijos Bachir y Salah viven con sus familias en el piso superior", explica.
La planta baja es un refugio de chapa blanca proporcionada por Jordania. En el interior hay una habitación de algo menos de 9 metros cuadrados, una pequeña cocina y un cuarto de baño. El piso son dos refugios del mismo tamaño sobre una losa de cemento que aún se mantiene en pie.
En total viven 15 personas junto al patriarca, Fuad, quien se encuentra desempleado,al igual que el 44% de los gazatíes (probablemente la tasa más elevada del mundo, según el Banco Mundial). "Estamos hartos de vivir en escuelas de la ONU o en casa de allegados" dice este abuelo de dos niños discapacitados.
Fuad asegura asumir el riesgo de hundimiento de su construcción "porque era nuestra única opción después de haber sufrido tanto" los incesantes desplazamientos, la promiscuidad y la dependencia de otros.
En el peor momento de la guerra, la tercera que sufrió Gaza en seis años, la ONU llegó a transformar 91 de sus escuelas de la franja de Gaza en refugios para más de 300.000 desplazados.
Al día de hoy algunos desplazados han recuperado sus casas, a menudo dañadas, pero más de 100.000 gazatíes, cuyas viviendas fueron simple y llanamente arrasadas, esperan aún a ser realojados.
Pocos recursos. Estos últimos no tienen otra opción que dirigirse a allegados, y muchos han hecho como Fuad y han vuelto al lugar donde se encuentran aún las carcasas de lo que fueron sus viviendas la franja de Gaza se encuentra, desde hace nueve años, asfixiada por un duro bloqueo israelí, la disputas políticas y diplomáticas, que ralentizan la coordinación, y la falta de dinero, de forma que la reconstrucción de este enclave superpoblado aún no ha comenzado.
Aunque como señala Adnane Abu Hasna, vocera de la Agencia de la ONU encargada de los refugiados palestinos (Unrwa), "61.000 viviendas han sido renovadas", estos trabajos, a menudo pequeños, no afectan a las 18.000 casas que fueron totalmente destruidas.
La Unrwa y los palestinos apuntan directamente a los donantes internacionales, que no han mantenido las promesas de financiación realizadas al término de la guerra del 2014, en la que murieron más de 2.250 palestinos, en su gran mayoría civiles.
Como resultado, apunta el politólogo gazatí Mujaimer Abu Saada, solo un 5% de los materiales necesarios para la reconstrucción han podido entrar en la Franja en este año, cuando en el mejor de los escenarios previstos (que sería el levantamiento completo del bloqueo israelí), las autoridades calculaban que se necesitarían cinco años para la reconstrucción de este territorio, de unos 10 kilómetros de ancho por 40 de largo.
"Un año después de la guerra, ya no tenemos la esperanza de ver un día una solución para nuestra desgracia", resume Abu Bachir, quien también vive ahora en una casa prefabricada.
Essam Yuda, sin embargo, sí que conserva la esperanza, aunque solo sea por su hijo Taer, de 10 años, que ha regresado tras 10 meses ingresado en un hospital alemán durante los que este gazatí de 54 años mantuvo oculta la tragedia familiar a su hijo.
A su regreso de Alemania, Taer ha descubierto que las bombas que le hirieron y le hicieron perder una pierna también se llevaron a su madre y a cuatro de sus hermanos y hermanas.
"Cuando llamaba a mi padre me decía que mi madre y mis hermanos y hermanas estaban durmiendo. Y yo me enfadaba con mamá porque nunca hablaba conmigo", recuerda el pequeño entre sollozos "En realidad, mamá está en el paraíso".
"Queremos vivir", se afana en decir su padre. "Pero si no se reconstruyen nuestras casas, no tendremos vida alguna, ni nuestros hijos un futuro".