El Cairo. EFE Las Fuerzas Armadas egipcias cortaron ayer las principales arterias de El Cairo para asfixiar las protestas que debían poner a prueba la capacidad de reacción de los islamistas, descabezados y desmoralizados tras los últimos golpes recibidos.
El “Viernes de los Mártires” iba supuestamente a coronar una semana de movilizaciones de los Hermanos Musulmanes y sus seguidores, que han ido en declive conforme sus líderes caían, uno tras otro, en las extensas redadas policiales.
Pese a ese yugo militar, con tanques y vehículos blindados diseminados por todo el centro de El Cairo, cientos de islamistas desafiaron a las autoridades y se concentraron de manera pacífica ante diferentes mezquitas de la capital.
Sin embargo, como pudo constatar EFE, en varios de los 28 templos en que estaban convocadas las protestas ni una sola alma osó reclamar en público la restitución en el cargo del expresidente Mohamed Mursi, derrocado en un golpe de Estado el pasado 3 de julio.
Los tanques y las alambradas impedían acceder a la plaza Tahrir, corazón siempre del Egipto insurgente, y complicaban los desplazamientos en barrios enteros como Guiza, Heliópolis y Ciudad Naser, donde la Hermandad cuenta con un buen número de seguidores.
Mursi, depuesto el 3 de julio, se halla detenido en un lugar secreto y deberá responder de acusaciones de complicidad con asesinatos de manifestantes.
Maher, responsable de la cofradía en el sur de El Cairo, reconoce que el movimiento quedó tocado. “Temo que estamos volviendo a la era Mubárak”, afirma.
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