Santiago. AFP y EFE. Los chilenos acudirán a las urnas hoy para elegir entre nueve candidatos, con la socialista Michelle Bachelet y su programa de reformas a la cabeza de los sondeos, los que incluso pronostican su triunfo en primera vuelta.
La elección, a la que están llamados 13 millones de chilenos, marca el debut a nivel presidencial del voto voluntario, que cambió el antiguo sistema, donde la inscripción electoral era voluntaria pero, una vez inscrito el elector, el voto era obligatorio.
En las elecciones compite un total de nueve candidatos, una cifra inédita en la historia electoral chilena. La mayoría representa candidaturas testimoniales que apenas marcan en las encuestas y no lograron dañar a Bachelet .
La candidata, de 62 años, tiene varios récords en su haber. Fue la primera ministra de Defensa de Chile, la primera presidenta de la República y la primera directora de ONU Mujeres. De cara a las elecciones, los astros y los números le son favorables porque goza de una casi imbatible popularidad entre la población, que le ha permitido encabezar todas las encuestas de opinión, varias de las cuales ya predicen su triunfo en primera vuelta.
Pero aunque cuente con un respaldo que muchos califican como “irracional” y que comparan con una suerte de “enamoramiento”, el Chile que gobernará si logra ser elegida de nuevo no será precisamente “un lecho de rosas”.
Al igual que en otros países, los últimos años Chile ha comenzado a mostrar progresivos signos de descontento social con el sistema económico neoliberal que en las últimas décadas era considerado símbolo de crecimiento y estabilidad en la región.
Reforma. El programa de Bachelet ha asumido parte de esas reivindicaciones y promete “educación gratuita y de calidad”, una reforma de la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y un alza del 20 al 25% en los tributos de las empresas.
Las propuestas de la expresidenta, apoyada por la misma coalición de centroizquierda con la que gobernó de 2006 a 2010 a la que ahora se ha sumado el Partido Comunista, han sido duramente criticadas por el Gobierno del derechista Sebastián Piñera y por la candidata oficialista, la exministra de Trabajo Evelyn Matthei.
Expertos auguran que la economía, que ha crecido de 4,5 a 5% los últimos cuatro años con bajos índices de desempleo e inflación, recortará su expansión, y que las inversiones privadas se volverán esquivas ante un posible cambio en las reglas del juego económico.
Pero Bachelet no se inmuta. Ella asegura que su programa es “serio y responsable” y que si el país que dejó cuando entregó la banda presidencial para asumir su cargo en Nueva York ya no es el mismo, ella tampoco. “Dentro de mí algo cambió. Ya fui presidenta y eso te da una parada distinta, un mirar las cosas que no va a ser nunca igual que antes”, declaró en una entrevista poco después de retornar a Chile, en marzo pasado al abandonar ONU Mujeres.
Cercanos a la candidata de la Nueva Mayoría reconocen que esta Michelle Bachelet “no es la misma” que una vez se hizo conocida por su sonrisa fácil, su espontaneidad y su capacidad de ponerse en los zapatos del chileno común y corriente.
No sería la primera vez que Bachelet cambia de piel. La vida la ha situado frecuentemente ante transformaciones abruptas, como la de afrontar siendo joven la violenta muerte de su padre, Alberto Bachelet, un general leal al presidente Salvador Allende que fue detenido y torturado por sus compañeros de armas tras el golpe militar de 1973.
Luego vino su propia detención y tortura, junto a su madre, Ángela Jeria, y años de exilio, primero en Australia y luego en la entonces República Democrática Alemana.
Aunque ha dicho que “hubiera preferido un recambio generacional” y no volver a competir por la Presidencia, se muestra segura frente a los desafíos que debe asumir, rodeada por un estrecho y hermético círculo de colaboradores que la respalda en su decisión de hablar lo justo y necesario, por mucho que sus detractores critiquen sus a veces prolongados silencios. “Yo sé lo que se puede y lo que no se puede”, ha dicho.