Bruselas AFP El “no” masivo e inesperado de los griegos a la austeridad impuesta por la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) deja al bloque frente a un dilema: empujar a Grecia hacia una salida o mantenerla a pesar de todo, según analistas.
Más del 61% de los votantes griegos rechazaron en el referendo de ayer las últimas exigencias de austeridad de los acreedores del país, según los resultados definitivos publicados esta madrugada por el ministerio del Interior.
Con una participación del 62,5%, un 61,31% de los votantes griegos siguieron la consigna del primer ministro, Alexis Tsipras, de votar “no” en esta consulta, frente al 38,69% que optó por el “sí”, según las cifras publicadas.
Una cita este lunes en París entre la canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, permitirá allanar una posición sobre el camino a seguir, antes de la cumbre de la zona euro convocada para el martes.
Antes del referendo, numerosos dirigentes europeos habían coincidido en interpretar el “no” defendido por el gobierno griego de izquierda como un “no” al euro, incluso a la UE.
¿No al euro? Este escenario tomó forma con el referendo en el cual una mayoría rechazó las propuestas formuladas a fines de junio por los acreedores del país (Banco Central Europeo (BCE), FMI y UE). Fue un plebiscito para el gobierno de Alexis Tsipras que abre la peor crisis de la UE desde su creación.
“Muchos habían apostado a la racionalidad del proceso y tomaron sus deseos por realidades” apostando a un “sí”, analizó Nicolas Veron, economista del centro de reflexión Bruegel.
Para Veron no todo está aún definido: para evitar una catástrofe financiera que expondría a Grecia “quizás muy rápidamente” a salir del euro, aunque no lo quiera, “los Estados miembros van a dar una nueva oportunidad a las negociaciones”.
La victoria del “no” es “una herramienta que servirá para tender una mano cooperativa a nuestros socios”, afirmó el ministro griego de Finanzas, Yanis Varufakis.
“Pero será realmente la última oportunidad, y queda muy poco tiempo”, advirtió Veron.
El ministro de Economía alemán, Sigmar Gabriel, el primero en reaccionar en Berlín, estimó , sin embargo, “difícilmente imaginables” nuevas discusiones, estimando que el primer ministro Tsipras “cortó los puentes”.
Para Pieter Cleppe, de Open Europe, la UE debe, en consecuencia, prepararse para el regreso del dracma en Grecia: “¿por qué hacer como si no pasó nada y perder tiempo, cuando hay un riesgo de desastre social” para el país?
“Quizás debamos otorgar créditos de emergencia a Atenas para que los servicios públicos continúen funcionando y para que la gente necesitada reciba el dinero necesario para sobrevivir”, sugirió el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
“Lo que puede ir en contra de los griegos es la idea”, arraigada en los países bálticos, Finlandia y Holanda, de que “la zona euro estará mejor sin ellos”, señala Anne-Laure Delatte, economista del Centro Nacional de Investigación Científica fránces (CNRS).
Es justamente lo que quieren los griegos a través de una reestructuración de su gigantesca deuda pública, condición para aceptar los recortes y las reformas reclamados por sus acreedores. El jueves el FMI ahondó en este sentido al llamar a los europeos a postergar los plazos de los pagos de Atenas.
“La pesadilla de los ‘arquitectos del euro’ parece hacerse realidad, la de un país que quiere dejar el club”, escribió en Twitter uno de los del bando de los duros con Grecia, el ministro de Finanzas eslovaco, Peter Kazimir.
A pesar de esto, los argumentos sobran en contra del divorcio, en particular por la “incertidumbre radical” sobre las consecuencias económicas y geopolíticas de un ‘Grexit’ (salida de Grecia).
A ello se suma “la presión de Estados Unidos que quiere evitar a todo precio una nueva crisis financiera”, opinó Delatte.
Una salida de Grecia del euro activaría a los “euroescépticos, antieuropeos y a las formaciones extremistas”, dijo Pascal Delwit, de la Universidad de Bruselas.
Los principales representantes de estas tendencias son la francesa Marine Le Pen del Frente Nacional y el británico Nigel Farage del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), quienes ven en el “no” una victoria frente a la UE.
“Los dirigentes europeos no quieren abrir una caja de Pandora”, estima Delwit, profesor de ciencias políticas. “Desde el momento en que hay un precedente ya no se puede decir ‘jamás’ (...) el riesgo es cortar de cuajo la reactivación de la economía que se observa desde hace unos meses”, subrayó.
Para Delwit “es un punto de vista racional (...). No estoy seguro de que la razón haya imperado siempre” en el caso griego.