San José, alrededores del Barrio Chino, Domingo 7:00 pm. Un bus con un pequeño grupo de personas de origen haitiano, en su mayoría niños, se estaciona en calle 7, para transportarlos hasta el Barrio López Mateo en San Sebastián, al sur de la capital. Allí son recibidos por el pastor de la Iglesia Comunidad Cristiana de Adoración y Jubilo, William Obando, quien expresa que su interés por esta comunidad inicio hace tres años aproximadamente cuando en el trayecto del bus de San Rafael de Desamparados comenzó a ver mucha gente de color, algunos de ellos vendiendo papas y plátanos. En conjunto con otras personas de la Iglesia, se inició una investigación y encontraron un pequeño grupo de inmigrantes haitianos.
El primer contacto fue difícil. “Nos enfrentamos con el primer choque cultural, el idioma, la primera barrera. Además algunos de ellos creían que eran los de inmigración los que los estaban buscando”, cuenta Obando.
Durante el primer encuentro realizado en la Iglesia, a los haitianos se les preparo una cena “de gala”, sin platos plásticos: “Vamos a usar la mejor vajilla para demostrarles el valor y el amor de Dios”, relata el pastor. A partir de esta actividad se iniciaron las reuniones de evangelización semanales. Igualmente, se utilizó un rotulo en Creole, (su lengua natal) en el sitio en donde los haitianos usualmente se proveían las papas y otros productos que venden en la calle, para anunciar los cultos que se desarrollan hasta el día de hoy, todos los domingos al caer la noche.
Según datos de Migración del año 2013, se registraron 404 movimientos migratorios de parte de los haitianos, sin embargo entre la comunidad se cree que existe un grupo de al menos 150 personas, que en su mayoría no piensan establecerse en el país porque su visión de Costa Rica es la de un puente que los lleve a una calidad de vida mejor, y que les permita superarse para tener los medios económicos para emigrar hacia los Estados Unidos, cuenta Aneus Ives, quien llego a territorio nacional hace ocho años con la idea de que Costa Rica era un país rico.
“Pensaba que Costa Rica era un país como los Estados Unidos, o Canadá donde hay dinero. Pero cuando llegue aquí la situación fue diferente, aunque es mejor económicamente que mi país, no es un país como pensábamos, como yo personalmente pensé”.
Los primeros haitianos que arribaron a territorio nacional, al no poder hablar el idioma español se les dificulto aún más encontrar un trabajo formal, así que siguiendo el ejemplo de muchos nicaragüenses, decidieron “tirarse a la calle” para sobrevivir, a pesar de que algunos de ellos saben desarrollarse en labores como la mecánica o la pintura de casas.
Ellos se declaran como una comunidad de “gente buena”, sin problemas judiciales conocidos.
“Puedo decirlo sinceramente, nosotros los haitianos no tenemos vicios, ninguno toma, ninguno fuma, somos gente luchadora, respetuosa y le agradecemos a Dios por el pastor William que nos buscó“, cuenta Ives, quien colabora como el “Lider Pastor” en los cultos que se brindan en el lenguaje Creole todos los domingos, preparando cada sesión con una temática “Cristocentrica” para compartir con los haitianos residentes en Costa Rica.
Este proyecto de solidaridad se extiende hasta Haití, en donde la iglesia apoya a un comedor que le brinda ayuda a 187 niños a través de las donaciones hechas por los asistentes de la Iglesia. Durante el servicio religioso en el recinto de San Sebastián a los niños de hasta 10 años, se les atiende con actividades recreativas y una enseñanza bíblica, además de reforzarles el español y se les brinda un refrigerio al final de cada sesión.