En este punto, la crisis en la gobernabilidad de los Estados Unidos ha tomado vida propia. Algunos republicanos dicen ahora abiertamente que quieren concesiones a cambio de reabrir la Administración y evitar la mora, no porque tengan en mente algunas metas específicas en cuanto a políticas sino sencillamente porque no quieren sentirse “irrespetados”. Y no está a la vista el final del juego.
Pero esta confrontación sí comenzó con un asunto real: los esfuerzos republicanos por evitar que la reforma en salud –“Obamacare”– entrara en vigencia. Desde hace mucho tiempo ha estado claro que el gran temor del Partido Republicano no era que la reforma sanitaria fracasara sino que tuviera éxito. Y los acontecimientos a partir del 1° de octubre, cuando los lugares donde los individuos pueden comprar seguros de salud iniciaron actividades, de manera fehaciente sugieren que sus peores temores ciertamente se van a hacer realidad: esto va a funcionar.
“Un momento”, dicen algunos lectores, “¿no han estado muchas de las historias hasta el momento relacionadas con fallas técnicas, de gente que se topa con una pantalla que les dice que los servidores están ocupados y que deben intentarlo de nuevo más tarde?”. En verdad que eso ha sucedido. Pero, cualquiera que tenga conocimiento del proceso siempre espera algunos problemas al principio, y la naturaleza de los problemas de la última semana ha sido en realidad inmensamente alentadora para quienes apoyan el programa.
Primero, permítanme decir algo respecto a la irrelevancia de los problemas del inicio para nuevos programas gubernamentales.
La información sobre política en los Estados Unidos –en especial, pero no solamente en televisión– tiende a centrarse en los detalles. ¿Quién ganó el ciclo informativo de hoy? Y, para ser justos, este tipo de cosas puede ser importante en los días finales de una elección. Pero “Obamacare” no es objeto de ningún tipo de referendo popular o de una segunda vuelta de votación. Su futuro dependerá de cómo funcione durante los próximos años, no durante las próximas semanas.
Para ilustrar el punto, veamos la Parte D de Medicare, que empezó a regir en el 2006. Tuvo lo que fue ampliamente considerado un inicio desastroso, cuando los ciudadanos mayores no tenían claros los beneficios que les correspondían, las farmacias con frecuencia se rehusaban a honrar reclamos válidos, había problemas con las computadoras y más cosas del lado negativo. Al fin de cuentas, sin embargo, el programa cumplió con beneficios duraderos y ¡pobre el político que propusiera darle marcha atrás!
Por esa razón las fallas técnicas de octubre no importarán en el largo plazo. Pero, ¿por qué son en verdad alentadoras? Porque parecen, en la mayor parte, resultar de mero volumen de tráfico, que ha sido mucho más pesado de lo que se esperaba. Y esto significa que aquella gran preocupación de quienes apoyan a Obama –que el número de personas que estaban enteradas del programa no era suficiente por lo que muchos estadounidenses elegibles no se inscribirían– se está desvaneciendo rápidamente.
Por supuesto, es importante que la gente que quiera inscribirse en verdad pueda hacerlo, pero los problemas con las computadoras se pueden solucionar y así se hará. Por ese motivo, para el 31 de marzo, cuando la inscripción para el 2014 termina, podemos estar razonablemente seguros que millones de estadounidenses que con anterioridad no tenían seguro tendrán cobertura al amparo de la Ley de salud asequible. “Obamacare” se habrá hecho realidad, algo en que la gente confía; no será una idea difusa que los republicanos puedan demonizar. Y será muy difícil quitar esa cobertura.
Lo que todavía no sabemos –y es crucial para el éxito a largo plazo del programa– es quién se inscribirá. ¿Habrá suficientes personas jóvenes y saludables como para proveer una cantidad suficiente de recursos para contingencias y mantener las primas relativamente bajas? Hay que tener en cuenta que los grupos conservadores han estado gastando mucho dinero –y produciendo anuncios verdaderamente espeluznantes– en un esfuerzo por disuadir a los jóvenes de inscribirse en el seguro. No obstante, las compañías de seguros le están apostando a que la gente joven, en verdad, se va a inscribir, como muestran las primas inesperadamente bajas que están ofreciendo para el próximo año.
Y las aseguradoras probablemente están en lo correcto. Para ver por qué los mensajes de oposición a Obama están condenados a fracasar, pensemos en a quiénes hacemos referencia en este caso. Es decir, ¿quiénes son los individuos sanos que no están asegurados y que el programa necesita abarcar? Bueno, en gran medida no son pudientes –porque los jóvenes pudientes tienden a conseguir empleos con cobertura en salud– y, de manera desproporcionada, no son blancos.
Es decir, para lograr una descripción de la persona corriente que “Obamacare” necesita enlistar, sencillamente tome la descripción de un miembro del Tea Party o uno que ve Fox News –mayor, acaudalado, blanco– y ponga “no” frente a cada una de las características. Estas no son personas a las que está dirigida la maquinaria de mensajes de la derecha, pero que sí resultan asequibles por muchos de los mismos canales –desde anuncios en los medios en idioma español hasta los “tweets” de personas célebres– que sacaron a los votantes de Obama el año pasado. Tengo que admitir que encuentro muy atractiva la imagen de conservadores de línea dura derrotados por los “tweets” de un ejército de celebridades, pero que también es muy realista. Probablemente el número de personas que se inscriban va a ser propicio.
Por lo tanto, todo apunta a un buen arranque de “Obamacare”, porque hasta las malas noticias son buenas para el futuro del programa. Todavía no hemos llegado al punto pero, cada vez más, parece que la reforma en salud llegó para quedarse.
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía del 2008.