Con la misma pasión de Marcelo Popeye Herrera para celebrar cada penal es que estos jóvenes entraron a la cancha, mezclando el delirio con pundonor y talento para romper pronósticos y acabar con Zidane y Francia.
Porque el fútbol no es de apellidos ni de favoritos. Costa Rica destronó a la campeona de Europa, invicta hace un año y arrolladora en la fase de grupos.
Sorprender se está volviendo una costumbre en el fútbol nacional, una tradición más en la vida del tico, como el gallo pinto con aguadulce o correr junto a las mascaradas.
Así lo hizo la Tricolor en Brasil, en el Mundial que tanto se añora y se recuerda por mandar a tres potencias para la casa.
Lo bueno hay que imitarlo y lo hicieron los infantiles, recordando aquella gesta.
Costa Rica maniató a la selección más goleadora de la fase de grupos, le robó la pelota en la segunda mitad del juego y destrozó las alianzas en el eje de ataque.
Es cierto que en el primer tiempo Francia fue superior, robando la espalda de la retaguardia y aprovechando la habilidad de Edouard y Adelaide para crear peligro cerca de Barrientos.
Pero en el complemento Costa Rica recompuso. Con el mismo carácter de la primera etapa pero con mayor disposición para controlar la esférica en la medular.
Los carrileros Ian Smith y Luis Hernández no perdieron la concentración en defensiva e inquietaron por los costados.
En punta, el pequeño Kevin Masís se convirtió en una jaqueca para los torres francesas, quienes empezaron a regalar el balón y a perder confianza en la salida.
La Sele tocó, recuperó y rompió el ímpetu de un adversario que empezó a desesperarse.
Costa Rica no perdió el orden ni la valentía para pelear cada acción como si fuera la última.
Los galos cayeron en el juego tico y el libreto de Popeye empezó a crecer como la espuma.
Cada vez que la aguja del reloj se movía, la Nacional se notaba más fuerte y entonada.
El jaque mate pudo llegar en el tiempo de reposición cuando el capitán de la Nacional, Luis Hernández, ganó en las alturas y de cabeza pegó el balón en el palo.
Como no fue así, hubo que alargar el compromiso hasta los disparos de pena máxima.
Ahí, desde el manchón blanco, donde la presión carcome, los infantiles se comportaron como veteranos para abombar la red en los cinco disparos y aprovechar el fallo de Cognat para avanzar a los cuartos de final de la gran cita.
Córdoba abrió la tanda y Andy Reyes la cerró. Todos con la misma personalidad y calidad.
La Sub-17 no para de crecer y se alista para medirse a Bélgica. Aún hay espacio para soñar.