
San Isidro de El General Pérez Zeledón se aferró a un estricto libreto defensivo, le bajó el voltaje a Saprissa y disparó hasta la máxima potencia el gol solitario que Diego País consiguió sobre la primera media hora de partido.
Cualquiera hubiera predicho lo que iba a ocurrir después de aquella anotación del argentino: una reacción en cadena de los morados sobre el arco local.
Hilando más delgado, quienes hayan visto a Saprissa la campaña anterior también podían adivinar otros detalles de la respuesta táctica: sobrepoblar la zona delantera, reorganizar el dúo de laterales y, ya cuando el reloj se convierte en un problema, prescindir de jugadores con tareas represivas.
Lo que quizás nadie imaginaba era el aplomo de los sureños para aguantarle las embestidas al tricampeón. Porque una cosa es hacer el gol y otra rentabilizarlo hasta que se convierta en tres puntos.
El cuadro morado levantó un cuartel permanente sobre el área rival. Copó la media cancha, pero no avanzó mucho desde ahí.
Hasta aquí era un guion bastante predecible. Sobre todo quien conozca a los equipos de Carlos Restrepo: para qué malgastar pólvora adelante, si basta con un dardo para inmovilizar a la víctima.
La duda es qué haría Saprissa para compensar la desventaja en la pizarra. Y cómo repelerían los generaleños la avalancha.
Aguantar. De la zaga a la media luna era relativamente sencillo para Saprissa. Era cuestión de transportar la pelota con bastante comodidad, hasta el campo minado que instaló el equipo de casa.
Cada delantero saprissista sentía en la espalda el hierro de su celador, como una de esas llaves de artes marciales que deja al oponente sin posibilidad de maniobra.
El entrenador Jeaustin Campos reorganizó su esquema. Andrés Núñez, se cambió de banda; Walter Centeno tuvo que asumir la contención; Alejandro Alpízar y Ronald Gómez ingresaron a sumar fortaleza en la artillería.
De todo intentó la “S”. Pero los generaleños no concedían nada. Era una libertad restringida, insuficiente para causar daño.
A lo más que llegó la visita fue a estrellar una pelota contra el poste, con Alpízar. Y un remate de Borges que no tenía futuro y murió inofensivo en los guantes del arquero.
El gol de Diego País terminó haciéndose gigantesco. Fue aquel cabezazo oportuno ante la marca floja de Jervis Drummond. Suficiente para mandar al campeón de vuelta a casa con las manos vacías.
El Campeonato empieza y aún no es hora de sacar conclusiones. Pero los rivales deberían tomar nota del cerrojo de Pérez Zeledón. Un equipo plantado que ya supo responder a su primer desafío de peso. Puede ser prematuro, pero en el sur ya se ve la mano de Restrepo.