“Cuando la etapa termina yo espero al equipo en el hotel, lavo las bicicletas y les hago lo que haya que hacerles, luego les doy la bendición y ya, hasta ahí llego yo”.
Así, entre broma y nostalgia, es como Paulo Vargas define su nuevo rol dentro del BCR-Pizza Hut, el de mecánico de un equipo del que hasta hace muy poco era la figura de más experiencia.
No lo puede hacer de otra forma, porque su sanción le impide estar siquiera cerca del pelotón, pero asegura que eso no lo detiene porque sea como sea es una forma de mantenerse cerca.
“El equipo no nos abandonó, nos mantuvo una parte del salario y nos ofreció la posibilidad de ganarnos otra con trabajo, ahí es donde entramos Allan (Morales) y yo, que por dicha sabemos algo de mecánica”, explicó.
Con 33 años de edad y 20 de carrera, así es como se defiende Vargas en momentos en que un error lo privó del resto, agradecido porque el ciclismo le dejó las armas para afrontar la sequía.
El Ciclo-Café Paulo Vargas es lo que hoy le da de comer a él y su familia, un centro de operaciones en el garaje de su casa desde donde dirige los hilos de su nueva vida.
Ahí, entre tuercas y café, Vargas prepara con paciencia una revancha todavía incierta, la que sueña esperará por él allá en el 2015.
“Todavía tengo el corazón de ciclista, quiero volver, sueño con volver a levantar los brazos en una Vuelta a Costa Rica y enseñarme a mí mismo que sí puedo, no sé si estaré todavía para una más o ninguna, pero el sueño es ese”, agregó.
Vargas aseguró que no se arrepiente de nada porque “lo malo hace callo”, pero está claro en que ese error no lo repetirá jamás.
“Uno no va a poner la cara para que le den otra vez, fue una metida de patas y no lo volvería a hacer jamás. Si hubiéramos sabido que eso era positivo no lo hubiéramos probado, pero en la vida a veces se busca salidas fáciles, eso nos pasó a nosotros”, finalizó.