San José (Redacción). Arroz con palmito, sopa de pescado, tamal mudo o bien unas empanaditas de chiverre y una miel de toronja.
Todos estos son ejemplos de productos gastronómicos tradicionales de las mesas costarricenses que acompañan muchas de las celebraciones religiosas de esta semana especial para los cristianos, pero que también son producidos aprovechando una mayor disponibilidad de ciertos ingredientes en la época y los cambios circunstanciales de la dieta rutinaria de los ticos.
¿Alguna vez se ha preguntado por qué comemos todos esos platillos populares en Semana Santa? ¿Tendrá alguna historia especial cada producto que le da sentido a su transmisión de generación a generación? ¿Ha cambiado la tradición gastronómica del tico en la época y cómo pronostican lo que seguiremos comiendo los expertos?
La mayoría de las tradiciones gastronómicas actuales de Costa Rica tienen su origen desde el siglo XVI por la influencia de los españoles.
Fueron los colonizadores quienes promovieron la preparación de conservas, panes y demás dulces rellenos. Así le dieron a los nuevos católicos la posibilidad de preparaciones que podían cocinarse con mucha anticipación para participar por completo de las actividades religiosas de la semana.
Otro producto que vino de los ibéricos fue el popular bacalao, el cual se fusionó con la cuchara caribeña para crear platos tan sabrosos como el “rondon”, así como otros dulces como los prestiños y las torrejas.
Los aportes propiamente latinoamericanos de lo que se sirve en nuestras mesas también son visibles. Este es el caso del tamal mudo (sin relleno o con relleno de frijoles ante la prohibición del consumo de carne), las recetas con flor de itabo, los bizcochos, el palmito y muchos manjares más.