Celebrar a la Patria

La generación que vivió la construcción del Estado social de derecho privilegia la dignidad humana, el respeto y la solidaridad

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Entre los múltiples cambios que hemos enfrentado las personas adultas está la variación en las reglas ortográficas. En muchas cosas, soy a la antigua, no en vano llevo recorridos muchos kilómetros en la carretera de la vida. Así fui enseñada por la niña Cata, la niña Flory y la niña Olga en la escuela Marcelino García Flamenco.

Ellas nos hablaban de la Patria como quien dice puente, hermandad, identidad, madre. Nos inculcaron un amor especial, y por eso a la Patria le va la mayúscula.

Ella es nuestro útero, nuestro abrigo, nuestra patrona, nuestra protección. Los himnos patrióticos los cantábamos a todo pulmón en el patio de la escuela. Honrábamos símbolos nacionales, la bandera y el escudo como las representaciones más sublimes de una identidad que nos convocaba a mantenernos unidos y a preservar las conquistas de nuestros ancestros. La Patria es la que nos ha garantizado dos derechos humanos básicos: la educación y la salud, principalmente.

Mi mente infantil guarda imágenes imborrables. Teníamos un sistema sanitario todavía incipiente, el Ministerio de Salud asumía enormes y heroicas campañas de vacunación y toda la chiquillada iba a hacer fila al frente de sus instalaciones, entonces salían las enfermeras de uniforme impecable, blanco y engomado, y, ¡zas!, nos incrustaban inmensos agujones.

Para otros asuntos estaba la Unidad sanitaria en cada barriada. Si había una emergencia, ahí estaban los hospitales públicos que no rechazaban a nadie. Había grandes campañas de nutrición y para promover hábitos de higiene. Las recuerdo con mucha claridad.

Por esto me aterro cuando sale una señora en la televisión y en la prensa nacional a decir que los servicios de salud no son de cobertura universal. En la Costa Rica que me ha tocado vivir y envejecer, los servicios de salud han sido universales, con limitaciones, pero universales.

Para completar el cuadro, ante la ineficiencia, inventaron sin tapujos el llamado copago, que no es otra cosa que un disfraz mal hecho de la privatización de los servicios de salud, a la cual nos están empujando cada día, si no, veamos las largas listas de espera de los pacientes, que ojalá pierdan la paciencia y exijan su derecho a la salud.

Pues bien, para estos días, mi padre se esmeraba comprando banderas y cintas, quizá por eso soy de las que todavía las compran y colocan afuera para que serpenteen, para que se adueñen del paisaje y reciban el calor del sol, cada vez más fuerte, y los aguaceros, también más torrenciales, cuando nos cubren con su frescor. A veces, las dejo puestas hasta que pierden el color, porque son parte importante de mi identidad y de mis mejores anhelos.

Me siento orgullosa de vivir en esta Patria, a pesar de que a veces siento que poco a poco, y otras a empujones, se nos empieza a ir de las manos. En un mundo competitivo, con una carrera tecnológica y científica que nos va dejando rezagados, tenemos un importante aplazamiento en la educación, de nuestra población de personas menores de edad, entonces, me pregunto qué Patria estamos forjando para ellas.

Cuando se eliminan las alianzas entre lo público y lo privado, y los más pobres de los pobres en este sistema de iniquidad se condenan al oscurantismo informático, pero además ya no aprenden a leer ni a escribir, ni a tener comprensión de lectura, si no, demos un vistazo a las redes sociales, donde quedamos con dolor en la pupila y el espíritu.

Mientras tanto, la planilla del MEP, cada día más robusta, llena de asesores y consejeros para todo, ¿qué hace? ¿qué planifica?, ¿qué mejora?, y no hablo de las maestras que se parten la vida enfrentando día tras día las aulas en todo el territorio.

¿Qué significa el aumento a 12 horas de trabajo al día por el que pujan los patrones, que viene a romper una conquista histórica de la clase trabajadora?

Parece que el objetivo es cosechar mano de obra, enmarcada en leyes sastre, para que como camisas de fuerza repelan a las actuales y a las futuras generaciones. ¡Esa patria me es extraña! Porque esa patria no es útero, no es puente, no es comunidad, es inequidad, por algo dejamos de ser la Suiza centroamericana y engrosamos las cifras de la desigualdad. En eso se están especializando los que tienen el poder, transitorio, pero poderoso.

Mi generación es hija de la Segunda República y de la construcción del Estado social de derecho, que privilegia la dignidad humana, el respeto y la solidaridad. ¡Esa es la Patria que defiendo y defenderé siempre! ¿Y usted, mi estimado lector?

yolabertozzi@gmail.com

Yolanda Bertozzi es abogada y escritora.