Volvieron los locos

Atravesamos una época en la que pensar puede ser considerado una herejía

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Los expertos se están quedando sin el oído atento de quienes tienen en sus manos la facultad para enderezar las rutas por donde van decayendo nuestros éxitos fundamentales: salud, educación, energías limpias o atracción de inversión extranjera.

Una prueba de marginación intelectual es el Informe Estado de la Educación, recientemente presentado. Un estudio exhaustivo, bien fundamentado y orientador fue recibido en esta ocasión casi con indiferencia. La ministra Anna Katharina Müller afirmó tener en el Ministerio de Educación Pública (MEP) su propio diagnóstico “muy certero”.

De la certera epicrisis en el ministerio a cargo de Müller, hasta ahora hemos visto, con toda franqueza, desastres. Las pruebas estandarizadas son insuficientes para ayudar a los estudiantes en su proceso de aprendizaje. Pero poco importa, aunque lo digan los expertos de las universidades y hasta 13 asesores de la institución.

La propuesta del MEP de forzar a los padres a endeudarse para financiar cursos en instituciones privadas de inglés naufraga cuando los expertos formulan las preguntas de rigor, descifradas de una jerga vacía, propia de Javier Milei en Argentina.

El Informe Estado de la Educación fue publicado por primera vez en el 2005 por un grupo de gente experta, consciente de los efectos sociales y económicos de la educación en la reducción de la pobreza y para la estabilidad política.

El dado a conocer la semana pasada es el noveno reporte, y la riqueza de los datos aportados debió, cuando menos, haber provocado a la ministra algo más de intranquilidad por el futuro de la educación.

No solo en educación

Educación no es el único campo de donde los expertos parecen estar siendo desterrados.

En salud, los exitosos expertos durante la pandemia fueron menospreciados y hasta degradados para reemplazarlos por antivacunas, los expertos veterinarios ya no hacen falta para fiscalizar la producción de carne, los expertos de Cinde atrajeron en ocho años 405 empresas generadoras de 181.000 empleos y de pronto ya no son una autoridad en la materia, como tampoco los que advierten sobre la imprudente solicitud de datos de deudores a la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) o aquellos expertos que insisten en cuestionar la desfasada idea de buscar gas y petróleo en nuestro suelo.

Quienes cometieron el error de dedicar sus vidas a diagnosticar e identificar los desafíos de Costa Rica para no descolgarnos del mundo son los locos modernos. ¡Triste humanidad sin locos!, volvería a exclamar Roque Barcia.

gmora@nacion.com

Guiselly Mora es editora de Opinión de La Nación.